Subir montañas. Aprender, avanzar y mejorar… siempre mejorar. Luchar y perseverar… siempre perseverar. Imaginar y soñar… siempre soñar. Compartir, sentir y reír… siempre reír. Fracasar y triunfar… como aprendizaje. Intuir y prever…puede no ser cierto lo que ves. Entender el entorno… que no conoce piedad. Escuchar las señales… que son legión. Navegar… con calma justa. Decidir… es tu libertad. Asumir el sufrimiento… que alguna vez llegará. Proteger… el compañero es tu mitad. Corazón caliente y sangre fría. Humildad debida.
Aún así… nada es seguro. Nadie te obligó… y a nadie exigirás.
Luego… bajar de allí… con las mismas reglas.
Vivir.


jueves, 5 de noviembre de 2020

El checo de la guitarra


Escribí esta historia un 12 de octubre del 2016 y hoy la recupero íntegra, con la única salvedad que hoy no cae "sirimiri lento" y llueve a cántaros, como si nunca hubiera o hubiese llovido.
Ahí va:

Un sirimiri lento, a velocidad similar que la placidez me invade, inunda la dehesa castellana con olores a tierra mojada.
Entonces ¡zas! regresan a la memoria cosas que uno olvidó... Desconozco la razón, pero esto suele ocurrir a los de mi quinta, que la cosa pudiera ser por la cantidad de recuerdos que se agolpan en los cajones del cerebro.
El caso es que, no sé por qué, entro en el fichero de fotos y ¡zas! aparece una del Dru... Sí, ese centinela que vigila la entrada a los Alpes "chamoniardos" y que a mí, personalmente, siempre me recuerda a un monje con su austera túnica ocre... Uno de esos que retrata Umberto Eco en "El nombre de la rosa".

Total, una cosa lleva a la otra... Entonces, vuelvo a recordar una imágen que no he vuelto a ver, pero quedó fijada en la memoria: se trata de un tipo, con una guitarra, sentado -no recuerdo si en una repisa o hamaca- y que estuvo encaramado durante 18 (dieciocho) días, en el fantástico oceano granítico del Dru.
Creo recordar que vi esa foto en alguna publicación, física... por supuesto, en aquellos años, esto de las redes estaba por inventar.
Era un tipo que siempre viajaba con su guitarra... Bueno, también escalaba con ella.
Ocurrió en el año 1975.

Thomas Gross, un checo cercano a los dos metros de altura, desconocido... aunque no recién llegado a esto del alpinismo, mantuvo en vilo a Chamonix y la comunidad escaladora de la época.
Durante sus noches de "concierto", debió pensar que instalar algunos "bolts" ¡palabra maldita! no vendría mal para seguir asegurando la vida... Y continuar tocando el instrumento de cuerdas.
El caso es que durante aquella escalada instaló 68 (sesenta y ocho) anclajes fijos, de los de hacer agujero: ¿tornillo? ¿buril? ¿spit? Recordad que estamos en el 75.
Bueno... Le llovieron críticas por semejante "ignominia", poco vista en aquellos tiempos.

Gross siempre fue "algo diferente" al resto de la comunidad alpinista de la época; una especie de bohemio que dejaba huella.
El invierno de 1973 realizó, junto con Edgar Oberson, la primera repetición invernal de la ruta Gogna/Cerutti al Matterhorn... Sí, el Cervino ese.
La cosa debió ponerse fea porque fueron rescatados de la cumbre por el helicóptero de salvamento.

En 1977 -un par de años después de su solitaria al Dru- también dio que hablar en EEUU. Realizó la primera solitaria invernal a la ruta que inauguraran Layton Kor -una leyenda americana- y Wayne Goss, en Longs Peak (Colorado)... Estuvo 13 (trece) días en pared.
Cuenta la historia que, durante años, permaneció en pie una plataforma de madera, al modo de hamaca, que se construyó para los vivaques... Seguramente acompañado de su inseparable guitarra.

Pero la historia más enigmática sucedió en 1981... También en invierno, claro.
Al más puro estilo de las novelas de Agata Christie, nuestro hombre apareció en el santuario Nanda Devi (Himalaya), posiblemente con la intención de escalar la vertiente que por allí ofrece el Changabang... Sí, la pirámide esa.
Para acceder a ese lugar se hacía necesario recorrer la garganta del Rishi Ganga, un lugar que, en invierno, resultaba "imposible" atravesar.
La historia cuenta que el tal Thomas Gross consiguió sobrevivir en el santuario, solo... y alimentándose de los restos de comida que robaba a los buitres.

La ¿leyenda? también cuenta que, unos años antes (1965), una expedición indo americana instaló un dispositivo espía en algún lugar cercano al santuario. También se cuenta que años después, justo cuando nuestro hombre aparece por el lugar, otras gentes que lograron salir de allí antes de la llegada de las nieves... murieron en extraños accidentes o desaparecieron misteriosamente.

Nuestro hombre, seguramente con su guitarra y cansado de tanta soledad, logró descender el Rishi Ganga. Así se convirtió en el primer ser humano, del que se tenga conocimiento, en realizar tal recorrido invernal.
El caso es que Thomas Gross regresó a Goa (India) y allí se vio envuelto en un turbio asunto de triple asesinato entre un grupo jipi... Sí, "hippies" de esos.

Por alguna razón, renunció a su nacionalidad checa y le fue concedida, en cuestión de días ¡raro, raro, raro! la ciudadanía suiza.

La "Operación Nanda Devi", así consta en algunos documentos oficiales americanos, se encabeza como "Blue Mountain"... y, a un tal Thomas, se le da el nombre clave de "Blue Eagle"... ¡Decidme que no es emocionante!

Lo cierto es que la ruta que inauguró en el Dru, aquel checo con su guitarra, en 1975, fue barrida en los primeros desprendimientos que sufrió el pétreo centinela que guarda la entrada a Chamonix... Esto sería sobre 1997; así ya se dejó de hablar sobre los "bolts" del checo.

A Thomas Gross se lo tragó la Tierra, allá por 1982... Y nadie sabe "ande andará".

Ahí va un vídeo (gracias a Jaume Robles que lo recuperó) donde aparece nuestro checo, entre otras promesas del alpinismo: Las invernales (1974) 


miércoles, 2 de septiembre de 2020

Salvador Rivas... el botánico alpinista


Salvador Rivas... el botánico alpinista, nos ha dejado con la misma discreción que vivió.
Académico y alpinista ¡total na! Su historial completo, profesional y alpino, podréis revisarlo solo con teclear su nombre.
No puedo quedarme sin comentar algunas de sus muchas actividades alpinas, que ya forman parte de la Historia: La gran "clasicorra" de la Aguja Negra (Galayos), conocida como la "Oeste", con Pedro Acuña y Francisco Brasas, en 1957. O la "Rivas/Acuña" a la Punta Mª Luisa, también en Galayos. Sin olvidar otra "Rivas/Acuña", ésta vez al Risco del Pájaro o Pinganillo, en Pedriza (Sierra de Guadarrama). 
Su participación en la bien conocida "expedición española a los Andes del Perú" en 1961... donde perdió la partida su amigo Acuña, tras inaugurar la ruta por la arista NE del Huascarán Sur. Expediciones al Cáucaso, Himalaya, Alaska...
De su historial académico: Catedrático de Botánica (Madrid y Barcelona), Premio Nacional de la Sociedad Geográfica Española (2013), Director del Real Jardín Botánico de Madrid... Y un extenso currículum que, los medios académicos, se encargarán de revivir.  

La historia que deseo contar ocurrió un verano de los años 80, en un Circo de Gredos sin domesticar.
Hasta entonces, todo lo que no llegara a una cumbre se consideraba contrafuerte y aquello comenzó a cambiar cuando, guardeses del refugio Elola, otros incondicionales de la escalada clásica "moderna" de la época y amantes de la soledad, se fijaron en paredes que no recibían visitas desde el origen de la Tierra.

Entre aquellas rutas, siempre quedó en la memoria una que tuvo anécdotas varias: la "Vía de los Ajos" en las paredes que caen del Cuchillar de Cerraillos, de las más altas de la derecha y que bautizamos como "pared de la izquierda"... No sé, pero un día, vimos dibujado algo que estuvo dibujado durante milenios: una placa, en lo que sería la última tirada... y que nombramos como la "placa del dos".


Inauguramos aquella ruta, un verano de los 80, Miguel Ángel Vidal y el que escribe. Nos llevó en torno a ocho horas superar aquel frontón de roca en el que nunca nos fijamos, excepto cuando colgaban hielos.
Recuerdo, como si fuera hoy, aquella última tirada bajo un bloque inestable... colocando clavos que saltaban según instalaba el siguiente... lo que viene siendo una laja expansiva. Años después Miguel tiró aquel cascote con un gato... y subió la dificultad algún "gradito". También se encargaron, los "modernos", de "enderezar" la vía, colocando algunos seguros expansivos, evitando así una magnífica y aérea travesía a derechas, que luego retomaba camino a la "placa del dos".
Los grados de dificultad, que muestra el dibujo, pertenecen a los "ochenteros"... Así pues ¡reclamaciones al maestro armero!
Allí descubrimos, limpiando fisuras, unas plantas que poseían bulbos estilo ajetes, blancos, pequeños y vistosos... Así nació la "vía de los Ajos"... Y ésta es la receta:

Sartén de hierro, caliente sin abrasar, y cucharadita de aceite español: virgen extra o similar. Bien de ajetes, fileteados ¡no picoteados! a saltear sin quemar y al punto de dorar. Dos huevos, mejor tres, batidos con alegría... en plato hondo y con tenedor de pincho largo, por separado clara y yema... para que aumente; sal en escamas o algo gorda ¡sin pasarse! y esperar minutos a disolver.
Un revuelto ¡sin cuajar! y pizca de orégano al final.
Acompañar con vasito de vino y pan de hogaza que, por aquellos años, Careto y Lazano, los potentes caballos que abastecían el refugio Elola, cargaban a sus lomos anchos y brillantes de sudor.

Luego, apareció un amante de flores y plantas que, prismáticos a mano, nos rogó... a punto de arrodillarse, que bajáramos muestras de otro endemismo "gredense": 

-¿Qué?
-Sí, "Boca de Dragón". Mirad, ése matojo de campanillas blancas que luchan por salir de las grietas.

Y así, por dar gusto, también abrimos el diedro a la derecha de la vía original, por cierto poco o nada repetido.
Bajamos al entusiasta de flores y plantas, un par de ejemplares de lo que los expertos llaman "Antirrhinum grossi" ¡total na!

Así, después de trepar a lugares altos, unas veces a la búsqueda de los "ajos" que esconden las plantas más alpinas de Gredos, y otras para recolectar "Dragones", se celebraban en el Circo de Gredos nuevas aperturas de rutas allá por los años 80... Cuando todo era diferente, ni mejor ni peor... solo diferente.

No recuerdo exactamente cuando Salvador Rivas y su hijo que, seguramente por edad y frescura de memoria, podría recordar más que nosotros, aparecieron por el Circo de Gredos sin planes definidos.
Charlamos a la cena y mostramos un croquis, reflejado en el libro del refugio, como "Vía de los Ajos" que abrimos pocos días antes.
Salvador nos miró fijamente a los ojos y preguntó si la cosa era aceptablemente amable... ¡Sí! contestamos Miguel y yo, al unísono... convencidos de la maestría de la cordada.

Y así fue como Salvador y su hijo, en un horario similar al de la apertura, realizaron la primera repetición de la ruta ¡y por el itinerario original!
Regresaron contentos, como nosotros al verlos evolucionar durante toda la jornada por aquel muro... Y luego, seguramente, bebimos cerveza sin piedad... Seguramente.
Ésa vía también les pertenece.

Así ocurrió y así lo cuento.
Un abrazo, Salvador, allá donde te encuentres; Otro para su hijo, familia y amigos.

viernes, 20 de marzo de 2020

El ejército del alba


Llegaron al amanecer, millones de guerreros dispuestos a conquistar.
Los centinelas, acostumbrados a que nada ocurriera, no supieron distinguir esas sombras que avanzaban sigilosamente. Las murallas que protegían gentes y propiedades eran inexpugnables... eso pensaban.
Cuando el sol quiso superar al horizonte, nubes negras como azabache oscurecieron el aire. Los guerreros del mal siguieron cubriendo territorio, todavía sin usar la espada... Solo asentaban posiciones para una batalla final.
Unos cuantos vigías, en lugares lejanos, dieron la voz de alarma... Pero no fue suficiente.

Ya se levantaban fuegos que tocaban un cielo oscuro, nada que ver con ése azul añil, plagado de estrellas, que siempre cambiaba el tono cuando el poderoso sol se colocaba en lo alto... en lo alto del planeta que llamamos Tierra.
Los primeros guerreros en levantar la espada dejaron un rastro de sangre que indicaba determinación... Pero no fue suficiente.
Los primeros habitantes en reaccionar, no tuvieron piedad con ellos y combatieron cuerpo a cuerpo... Pero no fue suficiente.

La horda de guerreros mandó avanzadillas que se mezclaban con los pobladores. De vez en cuando alzaban el acero y causaban bajas cercanas. Los supervivientes no entendían como podía ocurrir que muchos de los suyos cayeran a su lado.
No escuchaban las señales.

Avanzaban como caballería al galope, cubriendo enormes distancias en poco tiempo. Golpeaban aquí y allá, a destajo... Sin piedad.
Algunas poblaciones organizaron milicias, y luchaban para salvaguardar a los suyos... Pero no fue suficiente.

Todavía quedaban gentes, pueblos y naciones que vivían días azulones entre risas, vino y rosas. Serían los últimos en caer bajo el yugo de aquellos guerreros que diezmaban población.

Llegó la primavera, ajena a la lucha, un día de marzo que parecía invierno; Ya se combatía en las calles y los muertos yacían a su vera... Los heridos, a cientos de miles, resistían... otros no aguantaban el envite.
Una madrugada fría que anunciaba un alba con nieve en los altos, se formó un ejército que se emboscó, a la espera de batallar en campo abierto... Millones de habitantes dispuestos a todo... Entonces se atisbó, por primera vez, duda de victoria entre aquellos guerreros que invadieron la Tierra.

Quizá ahora, por la sangre derramada en la batalla, el sacrificio de aquellos que cosían heridas, la retaguardia que no perdió esperanza, los dispuestos a compartir la espada, la miseria por venir y una Tierra devastada... Quizá ahora podría ser suficiente.

jueves, 20 de febrero de 2020

La aventura de fabricar un piolet clásico con mango de madera

Tarde cálida de un febrero que parece primavera temprana... bueno, a la madrugada siempre escarcha, pero al mediodía calienta y se animan los brotes de arbustos, que no aguantan aguantar.
Escuchamos las grullas, mucho antes de llegar... cosas de su potente grito... Y me asomo a la dehesa castellana, mirando a un cielo azulón y limpio como el agua de una Patagonia que conocí; ahí "andan", mejor vuelan, enredadas en bandadas que no tienen claro quién marcará el norte... el norte que ahora buscan para abandonar nuestro invierno.

No me da tiempo a "desenfundar" la cámara y allá que desaparece la bandada, igual que apareció... No hay problema, volverán y estaré más listo.
Regreso a la pantalla del ordenador que ordena parte de mi vida... se ponga uno como se ponga, y entonces ¡zas! veo una noticia sobre alguien que da una charla en la librería Desnivel... y dice ¡tranquilamente! que se puso manos a la obra para fabricar un piolet de mango de madera ¡de los de antes!
Si no lo leo no lo creo.

El caso es que, cosas del destino, nos encontramos y charlamos... así suceden algunas cosas en la vida.

... Chema Lanillos en la librería Desnivel...

"Cuando decidí fabricar, con mis propias manos, una reproducción de un piolet "antiguo" con mango de madera de los años 40, no sabía que emprendía una aventura, tanto de investigación sobre la historia de los piolets, como de muchas horas de trabajo en taller y búsqueda del diseño apropiado.
Esta aventura me llevó a conocer magníficas e interesantes historias de alpinismo que disfruté muchísimo; además de empezar a ver muchos libros de montaña antiguos que yo tenía de forma diferente, fijándome en las fotografías y en los detalles de los piolets.


Yo llevaba tiempo detrás de comprar un piolet antiguo de mango de madera y finalmente, después de mucha búsqueda, encontré lo que buscaba en una tienda de objetos de segunda mano en el Rastro de Madrid (España), tiendas y mercado callejero de segunda mano.

Era un Stubai (austriaco) de aproximadamente el año 1945, sin agujero en la cruz de la cabeza del piolet, lo que delataba su antigüedad. Y me dije: ¿por qué no fabricar yo mismo un piolet igual como reto de bricolaje? Pero ¡Ay, amigo! Qué fácil se ven las cosas, cuando se piensan en la cabeza y cuantas dificultades aparecen en la puesta en práctica.

Aparte de encajar bromitas de los amigos, sorpresa de mi mujer y negativas de talleres, herreros y otros profesionales del gremio, en colaborar o ayudar, tuve que armarme de paciencia e imaginación para solventar los problemas técnicos y económicos de proyecto.

Por ejemplo: sacar un molde/modelo en resina, de la cabeza del piolet que yo había comprado, por parte de un modelista profesional, con el que luego poder sacar una pieza metálica en la fundición, costaba unos 120€ ¡solo el molde modelo! Demasiado caro para mí y especialmente para un proyecto en el que no se le veía más beneficio que el de ver, un día, el piolet colgado en el salón de mi casa. Por lo que decidí hacer el modelo para el molde, yo mismo, con madera y muchísima... muchísima paciencia.


Como en éste caso, ya no era sacar un molde del piolet que había comprado, tenía la oportunidad de hacer uno a mi gusto. Esto me permitió hacer la pala un poco más pequeña, como los piolets más evolucionados y aumentar la curvatura de la hoja, como hizo Yvon Chouinard en su día.
También, posteriormente y en el diseño del mango, acorté la longitud, aproximándome a la evolución que tuvieron los piolets a partir de los años 60.

Y finalmente, después de muchas horas de lija, lima, medidas, calibre, virutas de metal y madera, por todos lados...Y vueltas y más vueltas, salió un piolet de mango de madera... pero su aspecto no era precisamente el de ser antiguo; por lo que otro reto fue intentar que algo, fabricado hace dos semanas, pareciera que tenía 50 años.

Resuelto el tema del envejecimiento, quedaba bautizar a éste nuevo modelo ¡único en el mundo!
Como a algunos piolets se les puso, en su día, el nombre de "Chamonix", en honor al nombre de ésta conocida población de los Alpes franceses... El mío, pensé, haciendo referencia a que me llamo Chema ¡le bautizaría "Chemanix"!


Finalmente quise compartir, en una conferencia de la Librería Desnivel, ésta aventura de la construcción del piolet, además de pegar un repaso a la historia de los piolets, desde el siglo XVIII  hasta la actualidad y llevar a la gente a conocer personajes clave en la historia de ésta herramienta emblemática del alpinismo... Y como fueron evolucionando las técnicas de la escalada en hielo.

Tanto para preparar ésta conferencia, como para diseñar y construir el piolet, consulté varios libros de montaña, catálogos... e investigué en muchas fuentes de "Internet", entre las que me encontré el magnífico "blog" de Carlos Gallego (Montaña y Alpinismo Clásico), que me permitió profundizar en algunos temas y obtener algunas fotos de ejemplares de piolets míticos.
Más adelante me animé, junto con mi mujer, a visitar la preciosa casa de turismo rural que tiene Carlos, en las cercanías de la Sierra de Gredos... Y pasar unos buenos ratillos charlando sobre montañas, libros y piolets.
Además de, por primera vez, poder empuñar un verdadero piolet escocés "Terrordactyl". Todo un lujo.


... Papel higiénico como referencia de tamaño (38 cm. de piolet "Terrordactyl")...

*Chema Lanillos ha sido profesor de la Escuela Madrileña de Montañismo y es titulado como guía acompañante de montaña. Ha trabajado como técnico y formador de trabajos verticales y ha sido miembro, durante siete años, del grupo de rescate en montaña de la Cruz Roja.
Enamorado del alpinismo clásico, coleccionista de libros antiguos de montaña y visitante de las principales cadenas montañosas en los seis continentes.

lunes, 10 de febrero de 2020

Macario... El guardián de los Galayos

"Gracias, Compañero, gracias
Por el ejemplo. Gracias porque me dices
Que el hombre es noble.
Nada importa que tan pocos lo sean:
Uno, uno tan solo basta
Como testigo irrefutable
De toda la nobleza humana"
(Luis Cernuda)

Macario Blázquez (8 diciembre 1929 - 4 febrero 2020)

Cierro los ojos y aparecen, nítidos, mis primeros recuerdos de Macario.

Sería una Alta Ruta organizada por el Club Alpino Maliciosa (Madrid) allá por 1979... Un autobús que descarga montonera de gente a la entrada del bar "El Galayar", siempre "Casa Macario", y que se esparce por el salón, separado de la barra por un cierre de chapa, todos a la búsqueda de lugar para estirar los sacos de dormir... Los de Arenas de San Pedro ¡por aquello de vivir cerca y llegar antes! directos al pequeño escenario de madera, más aislado del suelo y que se utiliza para representaciones, eventos... El resto de la muchachada al pavimento de terrazo.
Mientras unos encienden el infiernillo de gas para una cena caliente, otros se lían con la tortilla de patata y pimientos fritos... Algunos ya roncan como posesos.
Macario nos observa con ésa sonrisilla suya que ofrece más calor que todo el abrigo que llevamos.
Habrá que madrugar o ¿será trasnochar? no estoy seguro...  Macario estará el primero, tras la barra, con la máquina de café preparada para todo aquel que quiera meter algo caliente al cuerpo.
Luego vendrá un buen paseo con las "tablas" al hombro... hasta la Mira... y los Campanarios... y el Prado de las Pozas ¡y los Barrerones! ¿Pero qué invierno es éste?
Me imagino a Macario, pensando... mientras arregla el desaguisado de local que le hemos preparado: ¡Son buenos chicos!

¡Y los huevos fritos con patatas de Remedios! Su mujer y compañera de toda una vida... Siempre dispuesta cuando Macario se asomaba a la cocina y pedía "algo para los muchachos que vienen cansinos". Sin horario.

En un artículo de éste blog, dedicado al Cervunal... la magnífica montaña que protege Guisando, ya relato una buena historia de Macario, que ocurría cuando desaparecían hielos y nieves, y las cabras regresaban a las alturas buscando pasto nuevo.

"La línea natural de la pared (canal clásica), seguramente reconocida y visitada en verano por los cabreros Guisanderos, que siempre fueron valientes y se atrevían a buscar pasos imposibles... unas veces por ayudar a su rebaño perdido, y otras simplemente por curiosidad.
Esto no lo digo por intuición, que también, y sí por el recuerdo de una charla con Julio Blázquez, hijo del gran Macario, que tras regresar juntos de una escalada galayera y la pereza que me suponía volver a la ciudad, decidimos pasar una buena parte de la noche tórrida que se nos vino encima... tomando cerveza helada con un buen surtido de embutidos caseros, en la terraza del bar que siempre regentó Macario en Guisando. Siempre vigilados por una luna llena que permitía dibujar en el aire la silueta de los Galayos... ¡Ayyyy... Qué bien se vive cuando se vive bien!... eso siempre decía mi padre.

Bueno, a lo que vamos, el caso es que Julio me contaba que su padre siempre encontró paso, de lado a lado, de ésa muralla, entre otros itinerarios uno que resultaba sorprendente: atravesaba con sus alpargatas recauchutadas, justo por la base donde comienza la cascada de la Dama o Señora, hasta alcanzar la canal clásica que ahora nos ocupa. Esto, os lo puedo asegurar sin que me tiemble la voz, no es tarea fácil, sobre todo teniendo en cuenta el equipamiento del cabrero... y la circunstancia de que, en ocasiones, portaba a hombros algún cabritillo enriscado"  

También me contaba Julio cuando Macario colocó una plomada, para visualizar el avance de aquellos dos gigantescos cuernos de roca... esos que se vencían sobre el comienzo de la "Apretura", siempre tan descarnada y que, años después, terminaron por arrasar hasta el cruce que se desvía hacia las "zetas". También desaparecieron los más de "ciento" escalones que, pacientemente y durante años, montaba y reparaba... en todo ése tramo, para facilitar la subida ¡a los demás!

Recuerdo las tardes del viernes, tomando unas cervezas antes de ir a dormir a la Plataforma:
-¡Tomaros otro! Y ya estaba el botellín abierto, encima del mostrador... antes de acabar el anterior.
Invitación de casa Macario.
Charlas sin prisa, cuando nos contaba las caminatas que se metían, de jóvenes, para llegar a otros pueblos en fiestas... Con un hatillo de ropa limpia ¡para el baile!
Y siempre preocupado porque los montañeros no tenían ayuda suficiente.

Me alcanzan más recuerdos según escribo éstas líneas. Julio, de nuevo, me contaba anécdotas con su padre, sobre los Riscos de los Guindales... Y las relaté en la web de Viaclásica:

"-¿Fuiste a los Guindales?
  -Sí, allí estuve con mi padre.-Respondía un Julito con apenas 10 años.
  -Entonces ¿traerás guindas?-Le contestaban, socarronamente, los viejos cabreros.
  -No había guindas en los Guindales.
  -¡Tú verás, no miraste bien!

Y allí quedaba Julio, pensativo, mientras su padre... el gran Macario, le miraba de reojo y aquellos cabreros de piel curtida, manos enormes y ojos chispeantes, se liaban un cigarrillo bajo el Risco del Enebro."

Juez de Paz y Alcalde en su pueblo de Guisando, Cabrero y Posadero, Guarda del Refugio Victory en los Galayos, Rescatador y Guía de Montaña, Medalla de Honor de la FEM (Federación Española de Montañismo), miembro de Honor del GAME (Grupo de Alta Montaña Español) y del GAM (Grupo de Alta Montaña) de la RSEA Peñalara (Real Sociedad Española de Alpinismo)... Y más que me olvido.

¡Ah! y en Sartajada, a los pies de la Sierra de San Vicente, pueblo de la vega en el valle del río Tiétar, todavía quedaba gente de su quinta, hasta hace unos años, que recordaba su nombre y procedencia, cuando bajaba de su territorio a la "Dehesa del Moro"... acompañando rebaños en busca de pasto.

Todos los honores son pocos, Macario... el guardián de los Galayos, estoy convencido, agradecía con cariño y humildad todo aquello... Pero sus ojos siempre brillaban diferente cuando contemplaba el Galayar, y a los montañeros que coloreaban la eterna cuesta del "Carril" hasta los chorros de agua fresca que se encargó de apañar: "Fuente del Amanecer" y la otra, más alta, que lleva su nombre como "Fuente Macario".

A su mujer "Reme", sus hijos -Julio, con quien me une amistad, y hereda la mirada de su padre- nietos, familia y amigos, estad tranquilos... Macario navega desde las nieblas bajas a los vientos altos, sorteando pinos, piornos y pedreras, entre cumbres, agujas, crestas y canales del Galayar... siempre dispuesto a "echar una mano".
En ésa brisa, del amanecer que acuarela el granito cimero de Galayos, y gusta sentir en la cara... en ésa brisa viaja Macario.
No estamos solos.



Foto de Macario Blázquez:  Ángel Pablo Corral

martes, 21 de enero de 2020

El Pilar de Cristal... 1978

Lo cierto es que veo ésta filmación de 1978 y veo, igualmente pertrechados, a los "clasicorros alpinistorros" que recorrían las montañas cercanas y lejanas... Cordilleras de la Tierra, por aquellos años que tocó vivir.

... España (Sierra de Gredos)... Años 80...

Botas de cuero ¡ni siquiera de las "buenas"!... Crampones articulados, de correas... "Guetres" o polainas, gastados, de nailon y cordino bajo suela... Pantalones bávaros, de pana... Chaquetas descoloridas... Manoplas sin adivinar tejido, y otras de lana... Pasamontañas tejidos por madres, siempre dispuestas... Mochilas, con refuerzos de cuero... Arneses "Troll Whillans" o aquellos con tirantes... Cascos tipo "Cassin"... Anillos largos, largos... Tornillos de hielo, tubulares a rosca y percusión/rosca fina... Placas freno, con cordino... Y piolets ¡Ay! los "Terrordactyl" de la compañía Peck, rompe nudillos si falla la técnica; por supuesto con dragoneras... incluso cinta al arnés.
Lo de apañar tornillos "salientes" ¡tiene lo suyo! De la distancia entre seguros ¡mejor olvidar!

Sinopsis (cosecha propia)
Mientras un grupo de principiantes, intentando mejorar una técnica deplorable, reciben una clase de escalada en hielo, una pareja de alpinistas valientes: Claude y Monique, se trasladan a la zona con esquís de fondo y bastones de madera a juego... de las botas y fijaciones ¡ni hablamos!

Así reza la presentación
"El Pilar de Cristal y su ruta "Ice Birds" es una de las formaciones de hielo natural, que se forman en invierno, en las laderas de las cascadas de Montmorency. Un par de montañeros, equipados con los últimos refinamientos de la técnica, lo abordan verticalmente.
Una película de gran belleza, un "thriller" vertiginoso, en una pared ricamente esculpida que es una maravilla de la naturaleza, en un sitio turístico único, cerca de la capital de Quebec".

Quince minutos con cincuenta y nueve segundos para contemplar, en noches frías y ventosas, sorbiendo un café hirviendo o un té o una cervecita... sea lo que sea que sea bueno.