Subir montañas. Aprender, avanzar y mejorar… siempre mejorar. Luchar y perseverar… siempre perseverar. Imaginar y soñar… siempre soñar. Compartir, sentir y reír… siempre reír. Fracasar y triunfar… como aprendizaje. Intuir y prever…puede no ser cierto lo que ves. Entender el entorno… que no conoce piedad. Escuchar las señales… que son legión. Navegar… con calma justa. Decidir… es tu libertad. Asumir el sufrimiento… que alguna vez llegará. Proteger… el compañero es tu mitad. Corazón caliente y sangre fría. Humildad debida.
Aún así… nada es seguro. Nadie te obligó… y a nadie exigirás.
Luego… bajar de allí… con las mismas reglas.
Vivir.


miércoles, 9 de octubre de 2013

Tormentas... el rayo

Hace unos días alguien publicó, por las redes sociales, unas cuantas fotos de tormentas eléctricas... lo que viene en llamarse rayos, truenos y centellas.
Entonces - suele ocurrirme a menudo - me vinieron a la memoria visual algunos momentos pasados en montaña... curiosamente ésas imágenes quedan grabadas a fuego y vuelven a "verse" cuando amenaza otra tormenta más cercana en el tiempo... aunque lejana a mi persona.

Sin embargo... para recordar pensamientos, miedos y sentimientos de zozobra infinita... solo me queda intentar rescatar algún cuaderno espiral donde - seguro - algo anoté... parece fácil pero habrá que subir a la troje y remover ingentes cantidades de trastos, libros, muebles, ropas... ¡joder... encontré el traje marinero de la "Primera Comunión"! - tremendo -... bueno, a lo que vamos... el caso es que apareció un cuaderno fechado en agosto 1990.

Un viaje a los Alpes, en dos parejas de a dos, cada uno con su una... de lo contrario sería un lío.

La "Meteo" francesa nos ofrece cinco días - ¡cinco días! - de buen tiempo y estabilidad más que fiable; esto no es fácil en Chamonix y bien lo saben los que han vagabundeado por ésas tierras.
El caso es que hemos decidido cumplir uno de los sueños de todo alpinista clásico... y navegar por la "Walker" a las Grandes Jorasses.

... apaño de diapositiva... fotografiada... eso sí, de aquella ocasión...

Nos despedimos de las chicas y montamos en el tren de Montenvers... un día espléndido en el que no hay prisas y todo se presenta perfecto; disfrutamos de una aproximación solitaria - increíble - y a media mañana ya estamos en el refugio de Leshaux... acompañados por una guardesa encantadora y atenta; charlamos, comemos y bebemos, mientras observamos con prismáticos prestados, el avance a media pared de una cordada coreana que lleva ya un par de días por ahí... y otra inglesa que anda buscando un hueco para vivaquear en la base.

... más apaños... Montenvers y turistas...

Por aquel entonces el refugio mantenía ése toque romántico... maderas castigadas y barandillas algo bailanderas hacia la morrena... esto ya cambió hoy en día; lo que seguramente nunca cambiará es la vista de la poderosa muralla que tenemos enfrente.
Mi compañero Julio... desaparece unos minutos para acercarse, por una ligera vereda, a un destartalado caseto que parece ser el WC; le vemos regresar, poco después, cojeando y meneando la cabeza.

¡Joder!... no me lo puedo creer; le resbaló un pie, al colocarse en cuclillas ante la "taza rusa" y ¡zas! se deslizó la zapatilla "refugiera" hacia el agujero negro... todo apunta a un esguince; si no lo veo no lo creo... la de cosas que se ven por el mundo.

A pesar de los cuidados que, durante toda la tarde... y en exceso - a mi entender -... le ofreció la guardesa, el tío éste al que me uní para el viaje... no mejora.
Nos lleva toda la mañana y parte de la tarde del día siguiente... regresar a Chamonix... parando a reposar en todas y cada una de las piedras que transporta el glaciar y que tienen buen asiento... a cientos; eso sí... el día espléndido a rabiar.

Ya en el camping, toma el relevo de cuidadora su chica oficial y... tras día y medio de masajes y cremitas... todo parece indicar que tengo compañero de nuevo, eso sí... lo que ya no tenemos son tantos días de buen tiempo asegurado.

Decidimos apostar y de nuevo recorremos el glaciar a primera hora, nos hemos montado en el primer tren mañanero.

Ésta vez no pasamos a saludar a la guardesa del refugio Leshaux... y tiramos glaciar arriba... directos a la escalada. Vivaquearemos al final del diedro de 75m. ... y al día siguiente seguiremos hasta la cumbre de las Grandes Jorasses... aquí empieza la verdadera aventura.

No serían más allá de las dos de la tarde, a pocos metros de la cumbre, cuando una nube algodonosa y espesa aparece de repente - del modo que rebosa la espuma de una jarra de cerveza bien servida - se desploma hacia nosotros, justo al tiempo que sobrepasamos una cordada alemana que comenzó de madrugada - no volveremos a tener noticias de ellos -... y empieza la función.


Recuerdo llegar a la arista en plena oscuridad, siendo poco más del mediodía; recuerdo lazar un bloque triangular para asegurar a Julio... y recuerdo los fogonazos, el ruido y la sensación de fragilidad.
No debemos permanecer ni un segundo más en éste filo que los rayos abrasan al punto de romper rocas cercanas... empalmamos las dos cuerdas y rapelamos, desde el bloque triangular, sus ciento veinte metros hacia la otra vertiente.

Pocos metros antes de que se acaben los últimos metros de cuerda encontramos una pequeña repisa y allí nos atamos... bien juntitos... para pasar una noche de luz y sonido, cual discoteca de moda... mientras nieves y granizos nos entierran hasta el amanecer.

"... posición fetal ¿será lo mismo nacer que morir?; suerte, Julio - se lo digo sin convicción -; suerte, Carlos - me responde sin ilusión..."

Nos ponemos en movimiento antes de las primeras luces del día... que parece mejorar; primero hay que romper a golpes el hielo que acoraza la cuerda... por la que ascendemos entre escalar autoasegurados con "prusik" y, a veces, utilizando cinta al pie para tramos imposibles... el terreno no ofrece relajación.

Llegamos al bloque que sujetó las cuerdas y mientras las organizamos... nos alcanza otra tormenta furiosa... ¡joder!, ésta vez habrá que pasar un tiempo en la arista hasta localizar la bajada hacia Italia... y alejarse de las zonas altas...

"... por un instante veo las cálidas luces de un pueblo... a través de un boquete limpio de nubes; tres mil metros más abajo... tan cerca y tan lejos.
Comienza a granizar y el aparato eléctrico entra en acción, atronador... implacable, de nuevo todo es noche aún siendo día.
Localizamos un viejo clavo entre unas rocas que se pierden cercanas a unos seracs... luego ya nada distinguimos.
Julio coloca un cordino en el clavo y lanza las cuerdas que el viento se encarga de convertir en caprichosos arabescos.
Me apoyo en un saliente rocoso y apenas rozo la rodilla de Julio... ocurre.
Un enorme trallazo cercano y en ése instante veo por el rabillo del ojo, que algo viene serpenteando por la cresta que nos supera... con un sonido zumbón y persistente, veloz y brillante...se multiplica por mil y todo converge en un punto... atraviesan a Julio pero me invaden a mi.
Millones de destellos luminosos, como diminutas estrellas lejanas, parecen elevarme... y, en ése instante, recuerdo cosas pasadas que jamás recuerdo haber vivido.
Hay un momento... un solo instante... en que todo es negro... y me siento vacío.
Un monstruo, una energía increíblemente poderosa me levanta, me sacude, me zarandea y me suelta; quizá solo intentaba jugar, pero desconoce su propia fuerza... o si la conoce es, en cualquier caso, excesiva para un ser tan frágil.
Como el gato con el ratón, cuando se aburre le deja... con gesto indolente... indiferente. Y ¿quién decide que sigas vivo?... aturdido y confuso, pero vivo.
La frontera del sueño y la realidad. El punto negro. El instante que no puedes ubicar en un espacio, nivel o mundo que habitas.
Algo decide por ti... si te quedas o te vas..."


Julio... no dijo ni pío... y jamás volvimos a hablar de ello... como si nunca hubiese ocurrido.



Por fin alcanzamos el glaciar y allí nos encontramos, empotrados en una grieta de un serac, a los dos coreanos... en sendos sacos de duvet... sonriendo - claro está -... y ya llegando al refugio, a los ingleses, que parecen salidos de una película de terror... los pocos pelos que recubren sus cabezas andan tiesos como almidonados.

La tormenta sigue... pero ya parece que nada importa; charlamos con ellos mientras el granizo da paso al agua helada, luego vientos potentes... y nieblas cegadoras, pero vamos... que lo aguantamos sin preocupación alguna y sin buscar cobijo; es lo que tiene estar harto de todo.

Y así llegaremos, muchas horas después, a Planpincieux... donde esperar al borde de la carretera alguien que nos acerque a Courmayeur... y todo con la tormenta que no cesa... absolutamente empapados - de ocasiones similares seguro que vienen taras actuales -.

Éste texto también lo rescato del cuaderno, aunque pertenece a otra historia... también de rayos, por lo que puede servirnos para mostrar pensamientos que anoté en momentos pasados, otros días similares a la tormenta que ahora nos ocupa:

"... nos alcanzará en unos minutos... durará horas que días parecerán... como si el reloj perdiese la pila que acabamos de cambiar. La tendremos encima y ahora veremos lo que aprendimos - poco... aunque mucho pareciera días atrás -, sacudirá con fuerza y sin piedad... nos levantará del suelo... y un sabor metálico abrasará el paladar, vello erizado y corazón bombeando al punto de estallar... como estallan la luz, el ruido, el olor y ése regusto del acero metal.
Cruzaremos miradas para evitar la soledad... quizá... una leve sonrisa, apretando los dientes hasta rechinar.
Ahora conoceremos el miedo... el verdadero... y hasta es posible que se aflojen músculos que no podremos controlar.
Costará trabajo pensar, nunca fue algo fácil, pero ahora nos llevará mucho más.
Si la tormenta se alarga, es posible que todo dé igual... y entraremos en otro espacio que no lograremos ubicar; solo quedará el azar... o rezar - casos he visto de suplicar... incluyendo el mío del que ya veremos si hablar -.
Igual que vino se irá... unos minutos veloces... y si todo salió bien veremos lo que aprendimos para mejorar... o no... que de todo hay en la huerta para cocinar.
Luego ya... todo será diferente, aunque todavía tiemblen las manos y flaqueen las piernas... el camino enfilará hacia lugar conocido donde brillarán luces, ruidos, olores y sabores de brindar... siempre conviene brindar, no sea que otro día la vida niegue oportunidad... "

Bueno... en otra ocasión os contaré sobre tormentas de granizo, lluvia, viento, nieve, frío y calor... en fin... de todo hay en la viña...



16 comentarios:

  1. Conocia esta historia, mil veces rememorada en esas tertulias de tienda, cualquier sábado lluvioso, eh Carlitos? Con esos cafés que haciamos, como a ti te gustaban..."alquitranaos", decias!!!!!

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    1. Cierto, Miguel... negro... café negro y fuerte... alquitranao.
      Un abrazo.

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  2. Tuvisteis suerte los dos, al igual que el resto. Me ha gustado la comparación de la fuerza de ese monstruo enérgico contra vuestros cuerpos con el juego del gato y el ratón. Me encanta Carlos

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    1. Gracias, Paula... es en circunstancias parecidas cuando se advierte... de golpe... la fragilidad de seres que andan de "prestao"... aunque muy a menudo parecen "sobraos"... pero nada... todo fachada ante la Naturaleza en estado puro.
      Un abrazo.

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  3. Buenismo relato Carlos, como siempre...electrizante:)
    Saludos

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    1. Gracias, Victor... electrizante parece buena definición para el momento vivido.
      Un saludo.

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  4. Magnifico relato como siempre Carlos, he sentido de cerca como se electrificaba la atmósfera.

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    1. Gracias, Luis... me alegro lo "vivas" aunque no deseo que sea en directo... pero ya se sabe... en algún momento nos puede ocurrir, así es la cosa.
      Saludos.

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    2. Carlos, qué bien transmites el miedo y la sensación de insignificancia que tiene uno en esas ocasiones... Pocas veces me ha cogido, pero no tengo ninguna gana de repetir!
      Un saludo

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    3. Hola, Diego... ya somos dos, bueno... seguro que algunos más hay que renuncian a verse en tal situación, pero claro... vagabundeamos por un espacio donde somos poca cosa.
      Saludos cordiales.

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  5. Que mal rollo las tormentas en la montaña, parece que "alguien" te estuviera metiendo prisa, por más calma que quieras tener siempre te aceleras. A mi me pillo una bastante gorda bajando desde la pta Bermeja al sillao de la Peña de Chilla, con rayos y centellas, granizo... menos mal que no hacia mucho frio que sino no quedamos tiesos... no recuerdo una bajada más deprisa que aquella en toda mi vida...ay que miedo!!

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    1. No me extraña, Javimartinz... ése miedo no se olvida y siempre volverá cuando uno se encuentra en otra; claro está que es difícil mantener la calma... pero si ocurre en una escalada o zona donde no es posible correr... pues habrá que tranquilizar el espíritu para no cometer errores... y aguantar el tipo para lo que que tenga que ser.
      Saludos.

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  6. Agónico, el primer relato, en la Walker..
    con el título de la entrada andaba esperando el momento en que os atizaba..-como en una peli de terror-....joder...pero no me esperaba eso..
    No volvisteis a hablar de ello ¿a las parientas tampoco cuando llegasteis abajo? jaja
    Un abrazo

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    1. Hola, Nico Isa... jamás volvimos a hablar del asunto; incluso cuando sucedió solo recuerdo que Julio dijo: "voy"... y empezó a rapelar.
      A las chicas... bueno, a las chicas siempre las mentimos... pero somos buenos chicos... jejejej.
      Un abrazo.

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  7. Hola, Carlos. Me autorizas a poner una foto tuya en mi blog? Voy a publicar un microrrelato de tormentas en la montaña y me gustaría ilustrarlo con tu foto. Diría que es tuya.

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    1. Hola, Ximens... no hay problema. Si eliges alguna que no me pertenezca, por favor indica el autor.
      Saludos.

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