Subir montañas. Aprender, avanzar y mejorar… siempre mejorar. Luchar y perseverar… siempre perseverar. Imaginar y soñar… siempre soñar. Compartir, sentir y reír… siempre reír. Fracasar y triunfar… como aprendizaje. Intuir y prever…puede no ser cierto lo que ves. Entender el entorno… que no conoce piedad. Escuchar las señales… que son legión. Navegar… con calma justa. Decidir… es tu libertad. Asumir el sufrimiento… que alguna vez llegará. Proteger… el compañero es tu mitad. Corazón caliente y sangre fría. Humildad debida.
Aún así… nada es seguro. Nadie te obligó… y a nadie exigirás.
Luego… bajar de allí… con las mismas reglas.
Vivir.


sábado, 13 de diciembre de 2025

Canal del Pájaro Negro... La olvidada.

Una servilleta, algo manoseada, donde alguien nos dibujó la vía en el bar de abajo del Club Alpino Maliciosa -viejo Madrid de los 70-... el lugar donde, los jueves a la tarde, entre cervezas y torreznos, un grupo de gente variopinta, dicharachera, iconoclasta y valiente, se reunía para perpetrar las escaladas soñadas.

Dicho y hecho.

Peña Santa de Castilla (vertiente sur) - Foto: Diego Cienfuegos

Un roble que dicen "Roblón", una pedrera infinita que acaba en un collado que nombran "del Burro"... una planicie plagada de cuchillas y agujeros que llaman lapiaz, una escombrera que fue refugio y que dicen Vega Huerta.

Hasta aquí, unas cuantas horas con mochila de loneta, bávaros de pana, camisa de franela, a cuadros... por supuesto, y sudor. Botas gordas y medias de lana... curioso que en la mochila, invierno o verano. siempre entraba lo mismo: un saco de playa, funda de paracaídas  -"desgajado" y cosido en casa... adquirido en el Rastro madrileño-, cantimplora, tartera, jersey bonito y chaqueta de las que absorbían el agua de arriba y la circundante. También colgaba un casco que castigaba el cuello y una cuerda de 40 metros, para atarse al pecho, asegurar y rapelar... que ahora nos parece fina y corta. Un puñado de clavos. tacos de madera y empotradores de fortuna, todo para colgar de mosquetones, según posibles, entre hierros y aluminios. Una maza que quizá fue maceta albañil ¡que lo mismo mete que saca! Un plástico para el suelo y buena espalda para aguantar el terreno.

Enfrente, una muralla que nos espera, sin piedad.

En la primera tentativa, un verano caluroso, encontrar la entrada no fue posible y nos perdimos buscando una canal con algún "pájaro negro", así llamaron a esa ruta por encontrar restos de aves al comienzo. Total que cenamos, de la tartera esa que las madres rellenaban de tortilla, filetes empanados y algún pimiento, dormimos y al amanecer, tras desayunar los restos de la cena, retomamos el camino de vuelta; otro fracaso al que nos acostumbraríamos en las décadas venideras.

A la segunda, recuerdo la canal y atravesar hacia la "Losa" donde unos "tubos de órgano" permitían empotrar bien tanto bota dura como emplazar algún empotrador de plástico, grande, cuadrado y con cinta larga... larga ¡es lo que había! Un ligero rápel pendular a la canal y vuelta al muro.

Una chimenea que se nos vino encima cuando el compañero trincó un gendarme suelto y, a poco más, se va con él canal abajo.

Una salida a cumbre, algo rara. Y una trepada que anunciaba cima nocturna y vivaque a pelo.

Resplandores lejanos indican tormenta y recordamos haber leído cuando un verano del 74, Hernán Llanos "Nani" fue mortalmente alcanzado por un rayo en este mismo lugar.

Bajar de allí no fue fácil... persiguiendo marcas amarillas, dispersas, escondidas y borrosas.

Aquel verano del 76, o así, empecé a rellenar la tarjeta de fichar en el trabajo, con algún día más tarde... esto, llegó a niveles impensables cuando, ya convertido en costumbre, no fueron solo días sino semanas... en algunos casos muchas. No logro comprender cómo el despido no resultó automático; he de agradecer al jefe J.L.Rego su comprensión hacia este alpinista tardío.

Entre las aventuras que no recuerdo recordar con precisión, se encuentran un par de ellas que, curiosamente, resultaban escaladas "clasicorras de nivel" y algo temidas, allá entre los años 70 y 80... del pasado siglo ¡claro!

Esta del "Pájaro Negro" en la Peña Santa de Castilla, para muchos la Torre Santa de Castilla... Y otra, seguramente más desconocida, en el Urriellu o Picu, para muchos el Naranjo de Bulnes, y de nombre inquietante: Nosferatu.... Ya contaré de esta cuando retome la medicación de las pastillas de la memoria.

La "Canal del Pájaro Negro", buen nombre para entrar en calor, tenía por aquellos años 70, casi... digo "casi", tanto prestigio como la clásica Rabadá/Navarro del Urriellu.

Alberga una historia repleta de contratiempos y esfuerzos. Nombres como Roberto Cuñat y Enrique Herreros, más tarde con Ángel Tresaco, inician la exploración de este muro, alto y ancho, de la Peña Santa; alcanzan incluso la famosa "Losa" y descienden ante lo que ven.

Otros muchos escaladores de la época, duros como el acero, se acompañan unos a otros en los intentos por recorrer aquella pared: Baldomero Sol, Silverio Ronda, Valeriano Ruiz, Juan Mato y el incombustible Herreros que, según vemos, no tenía bastante con deleitarnos con sus fantásticos dibujos y actuar de "manager" de nuestra Sara Montiel; gente así ya no resulta fácil encontrar.

Sería en 1956 cuando Pedro Udaondo y Ángel Landa, alcanzan la "chimenea", prácticamente ya finalizada la escalada, deciden abandonar por agotamiento. Un par de años más tarde (septiembre de 1958) insisten e inauguran el recorrido que se convertiría en una escalada de prestigio y que tanto esfuerzo ha costado. Hasta 1967, no se registra la primera repetición y entre los años 67/75 las repeticiones son escasas... Eso sí, ya se persigue la "invernal".

Un invierno del 74, Félix Bonales, Jaime Álvarez y el mismísimo Pedro Udaondo, se hacen con la primera invernal... la segunda les corresponde a Pablo Lavilla, Constantino Álvarez, Anselmo Menéndez y el "guardián del Urriellu" Claudio Sánchez "Tito", un febrero del 75.

Hoy en día ya no tiene ese halo de aventura que le correspondía por aquellos años... pero ¡amigo! no conviene infravalorar escaladas históricas que, tantas gentes valientes, asediaron con poderosa pasión.

En la parte que me toca, he de confesar que no recuerdo...y mirad que lo siento, quienes fueron mis compañeros de penurias ¡Ay, Señor!

Alto, rápido y ligero. El blog de Diego Cienfuegos.


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