Pintalo todo de negro
Cuando busques una luz
Restos de clavos ardiendo
Interminable cielo azul
Marineros del destierro
No dejéis de navegar
Por los que se fueron pero están.
(La M.O.D.A.- "Nubes negras" La primavera del invierno)
Alpes. Cervino.
Nos arrasa un viento rastrero que dispara cristales de hielo duro, como granizado, en una mezcla que también trae granos de arena del camino que nos sustenta. Sí, yacemos en un camino bien marcado, al lado de un cascote que algo protege de los vientos feroces... y erráticos... que se aseguran ofrecernos mala noche.
Algo más de mil seiscientos kilómetros de una tirada, de las de parar a repostar y mear, desde la dehesa castellana que habito, hasta Täsch... el último punto donde aparcar y tomar el tren a Zermatt, la ciudad sin coches de combustión, repleta de carros eléctricos y calesas de percherones... el lugar donde solo es posible vivir si la cuenta bancaria, la personal, está dotada de vil metal, eso sí, cualquier vil metal.
Nuestra misión consiste en cumplir con el deseo, para nosotros un deber, de la compañera de Gaspar Muñoz... un alpinista visionario y excesivo, que no pudo aguantar el envite de un accidente en carretera ¡lo que son las cosas!... Ya os contaré cosas de Gaspar, cuando encuentre palabras.
"Toma, Carlos, las cenizas de Gaspar... espárcelas por esas nortes de los Alpes que siempre soñó contigo".
¡Joder!
Una semana antes, solo una semana antes, de la muerte de Gaspar, comimos juntos, todos... también con su "niña" de pocos meses, en la dehesa castellana que habito... preparando la salida invernal a la Norte del Cervino... Solo una semana antes de que sonara el maldito teléfono que anunciaba cambios.
A Gabi -Gabriel Martín, el acompañante que quiso estar- se le vuela la colchoneta y un guante, ya en noche cerrada, rendidos ante la evidencia de no alcanzar el refugio Hörnli. La tormenta, allí... en un camino, alcanza dimensiones importantes y nos impide avanzar o retroceder. Tremendo.
Vestidos, sin saco de dormir y con la protección de la funda de vivac, logramos mantenernos junto al suelo, sin levantar vuelo, aunque los vientos se empeñan en zarandearnos como banderolas ¡joder! la de cosas que uno tiene que ver por las montañas de la Tierra.
Pero bueno, nos abrazamos como amantes "pecho espalda" y aguantamos el envite.
Amanece como anocheció.
Salimos de allí como alma que se lleva el diablo y alcanzamos, todo esto en un camino bien marcado, un lugar y un momento más amables que nos permiten depositar las cenizas de Gaspar bajo un cascote.
Allí quedaron, a los pies de Cervino... "la escombrera maravillosa", todo lo que no se llevó el viento.
Dieciséis horas más tarde estamos, de nuevo, en la dehesa castellana... con un solecito invernal que da gusto.
Gaspar ya es libre.
Algo más de mil seiscientos kilómetros de una tirada, de las de parar a repostar y mear, desde la dehesa castellana que habito, hasta Täsch... el último punto donde aparcar y tomar el tren a Zermatt, la ciudad sin coches de combustión, repleta de carros eléctricos y calesas de percherones... el lugar donde solo es posible vivir si la cuenta bancaria, la personal, está dotada de vil metal, eso sí, cualquier vil metal.
Nuestra misión consiste en cumplir con el deseo, para nosotros un deber, de la compañera de Gaspar Muñoz... un alpinista visionario y excesivo, que no pudo aguantar el envite de un accidente en carretera ¡lo que son las cosas!... Ya os contaré cosas de Gaspar, cuando encuentre palabras.
¡Joder!
Una semana antes, solo una semana antes, de la muerte de Gaspar, comimos juntos, todos... también con su "niña" de pocos meses, en la dehesa castellana que habito... preparando la salida invernal a la Norte del Cervino... Solo una semana antes de que sonara el maldito teléfono que anunciaba cambios.
A Gabi -Gabriel Martín, el acompañante que quiso estar- se le vuela la colchoneta y un guante, ya en noche cerrada, rendidos ante la evidencia de no alcanzar el refugio Hörnli. La tormenta, allí... en un camino, alcanza dimensiones importantes y nos impide avanzar o retroceder. Tremendo.
Vestidos, sin saco de dormir y con la protección de la funda de vivac, logramos mantenernos junto al suelo, sin levantar vuelo, aunque los vientos se empeñan en zarandearnos como banderolas ¡joder! la de cosas que uno tiene que ver por las montañas de la Tierra.
Pero bueno, nos abrazamos como amantes "pecho espalda" y aguantamos el envite.
Amanece como anocheció.
Salimos de allí como alma que se lleva el diablo y alcanzamos, todo esto en un camino bien marcado, un lugar y un momento más amables que nos permiten depositar las cenizas de Gaspar bajo un cascote.
Allí quedaron, a los pies de Cervino... "la escombrera maravillosa", todo lo que no se llevó el viento.
Dieciséis horas más tarde estamos, de nuevo, en la dehesa castellana... con un solecito invernal que da gusto.
Gaspar ya es libre.
Continuará en Cenizas al viento II. Andes (Patagonia), Circo de los Altares...
Siempre una gozada leerte
ResponderEliminarGracias, Alberto. Un placer.
EliminarSaludos cordiales.
Descansar eternamente al pie de su soñada pared es el mejor reposo que se le puede dar a un montañero ¡Cervino, Matterhorn...! ¡Qué hermosísima pirámide!, tal vez la más perfecta de la Tierra. Si la vía normal está llena de dificultades, no digamos la norte, siempre helada, siempre provocativa, por la que ascendió como ardilla fugaz el inolvidable Ueli Steck. Tu relato, emocionado y bien construído, me trae recuerdos de un pasado vivido intensamente en esa zona alpina.
ResponderEliminarGracias, José.
EliminarLa "escombrera maravillosa", así se describió esta pirámide, por otros alpinistas.
Un cordial saludo.
Gaspar, un tío extremo!! El otro día en Galayos recordaba cuando hicimos "Adrenalina en Noviembre", el día que hicimos los tres la Norte de la vela...ha llovido.
ResponderEliminarCierto, Miguel ¡cómo pasa el tiempo!.
EliminarUn abrazo.
Hola Carlos, acabo de ver tu preciosa publicación xq mi sobrina Ayla, la hija de Gaspar la ha publicado en fb. GRACIAS. La cita de la M.O.D.A me parece perfecta y además sabemos que ellos le habrían gustado muxo. Me pregunto qué banda sonora habría puesto él en el momento de la escombrera maravillosa. Dudo entre King Crimson y David Bowie. Tu que opinas?
ResponderEliminarHola, Almudena ¡qué sorpresa!... Después de tantos años.
EliminarCualquier tema musical, que ahogara el vendaval bajo la "escombrera maravillosa", seguro que sonaría perfecto en aquel momento... Aún resuena en mi cabeza.
No sé a quién prefería Gaspar... aunque me decido por Bowie.
Un fuerte abrazo para todos... Y besos, claro.
Hola Carlos, soy la hija de Gaspar. Me encantó encontrar la publicación y leer palabras tan bonitas. Se la pasé a mi madre y coincidió conmigo en lo bien que escribes y el contenido tan bonito que tiene.
ResponderEliminarMi madre perdió los números, y entre ellos, tu contacto; y nos gustaría poder volver a tenerlo y en algun momento poder acercarnos a veros.
Un abrazo fuerte.
Hola, Ayla ¡otra sorpresa!. Me alegro que os gustara el artículo dedicado a tu padre. Han pasado muchos años pero Gaspar sigue presente entre los amigos que compartimos magníficos momentos juntos.
ResponderEliminarTe dejo el enlace del lugar donde trabajamos y vivimos, ahí encontrarás el contacto y la ubicación.
Si, en algún momento, encontráis oportunidad... Llamad y tomaremos algo juntos.
Un fuerte abrazo.
https://www.facebook.com/casaruralelRoblon/