Subir montañas. Aprender, avanzar y mejorar… siempre mejorar. Luchar y perseverar… siempre perseverar. Imaginar y soñar… siempre soñar. Compartir, sentir y reír… siempre reír. Fracasar y triunfar… como aprendizaje. Intuir y prever…puede no ser cierto lo que ves. Entender el entorno… que no conoce piedad. Escuchar las señales… que son legión. Navegar… con calma justa. Decidir… es tu libertad. Asumir el sufrimiento… que alguna vez llegará. Proteger… el compañero es tu mitad. Corazón caliente y sangre fría. Humildad debida.
Aún así… nada es seguro. Nadie te obligó… y a nadie exigirás.
Luego… bajar de allí… con las mismas reglas.
Vivir.


jueves, 11 de abril de 2013

Intentos a las Droites

La primera vez que recorrí el glaciar de Argentière, allá por el 77, nuestra intención era subir a la Aig. Verte, por el corredor Couturier... y algún día después repetir la aproximación hasta alcanzar el final del circo que se cierra con la Aig. de Triolet, para escalar su magnífica cara norte clásica Gréloz/Roch.

Subimos andando desde Chamonix... para ahorrar dineros que nunca nos sobraron... y ya montados en el glaciar recuerdo que no pude apartar la vista de las paredes que se levantaban ante nuestros ojos... Aig. Verte, Aig. Jardin, Droites, Courtes... paredes de casi el kilómetro de desnivel y que nos intimidaban durante todo el trayecto.

Cumplimos nuestros objetivos... y años más tarde tuve la oportunidad de cumplir algunos otros que se quedaron grabados desde el primer momento... ya os he comentado escaladas como las Courtes (Suizos) o las Droites (Ginat).

Las Droites siempre ejercieron una poderosa fuerza sobre mis sueños... y siempre soñé con recorrer algunos de los itinerarios más clásicos, sin importar repetir cumbre tantas veces como fuese necesario.

Un invierno, a principios de los 90, decidimos parar un par de días en Chamonix... antes de continuar hacia el Cervino, por ésa carretera serpenteante del puerto de Martigny... a menudo repleta de imprevistos en ésta época de nieves frías.

... magnífico día... magnífico frío... magnífica retirada...

Nuestro objetivo sería el corredor Lagarde de las Droites, una ruta amable que solo ofrece alguna dificultad en los primeros 200 metros... luego se convierte en una larguísima canal, seguramente monótona, hasta cien metros bajo la cumbre, donde un terreno mixto alegra el espíritu.

El día era magnífico... pero los anteriores nevó en abundancia... y así... a punto de alcanzar el canalón central tuvimos que abandonar por asfixia... ¡sí... sí... reíros!... pero no pudimos aguantar las continuas coladas de nieve polvo de las que se sacudía el gigante... y nos fuimos de allí como llegamos... con un día espléndido; bueno... pensamos... nos desquitaremos con el Cervino... ¡ja.. ja.. y ja!.


Un verano, a mediados de los 90, nos juntamos por Chamonix una cuadrilla importante... amigos y otros que lo fueron más tarde tras pasar juntos un par de días alegres al inicio y muy inquietantes al final; en total media docena de tipos que conocerían emociones fuertes... ¡qué bien! ¿eh?.


El espolón norte de las Droites es una de las escaladas más largas del macizo - 1.200 metros - un espinazo de roca que nace del glaciar, se afila a media altura, se estrella contra un muro de mixto - en plena cara norte - y muere a los pies de una infinita arista de nieve repleta de gendarmes rocosos.
Una joya alpina.

Recorrimos el glaciar de Argentière a primera hora de una mañana fresca y con nubes blancas que dejaban libre la cumbre... mientras jugueteaban a esconder buena parte del espolón de roca.


Comenzamos a trepar por terreno roto, machacado por caídas de piedras, hasta un punto donde vestirnos de alpinistas y empezar la escalada en condición de tales.

Todo indicaba que nos esperaban horas de gozo... razón suficiente para venir aquí.


Todavía por terreno amable se hace necesario buscar un camino que nos deposite directamente en el filo del espolón... la ruta que perseguimos se corresponde, hasta el bastión que llaman el "Castillo" - una aguja de roca compacta y buenas proporciones - con la que inauguraran Claude Deck y Sylvain Jouty en 1970 y a la que llaman "directa francesa"... a partir de ahí se recorre el itinerario clásico de Ch. Authenac y F. Tournier de 1937.



Estos primeros cientos de metros admiten algunas variantes... incluso despistes, cosa que seguramente también nos ocurrió... puesto que todavía no estoy muy seguro de por donde anduvimos... eso sí... recuerdo que nos encontramos, en una pequeña repisa, un tenedor retorcido "made in Japan"... aunque esto no es garantía de algo bueno... los japoneses tienden a ir por lo más duro y vivaquean en lugares inverosímiles.


Y así... ya por fin nos montamos en un filo compacto con buenas vistas a ambos lados... donde tan pronto recibimos aires heladores de la cara norte, como ausencia de vientos en la vertiente NE... según cabalguemos unos metros por allá o por acá.

El paisaje es demoledor a ésta altura... destacando justo enfrente, en el margen orográfico contrario, la Aig. de Argentière... y a sus pies, rozando las morrenas, el refugio del mismo nombre.

Es una sensación extraña puesto que no estamos en una pared si no en una arista que nos permite ver los muros, a izquierda y derecha, del mismo paredón... éste filo los divide y sin embargo también pertenece... con más entidad según ascendemos... al mismo espacio norteño; la sensación va desapareciendo a medida cogemos altura... cuando la cara norte se adueña de todo.



... con la casa a cuestas...

Llegados al "Castillo"... no encontramos manera de continuar nuestro camino; tenemos enfrente un muro monolítico... a la derecha una plancha de roca inclinada en exceso y cubierta de nieve polvo... a la izquierda habría que descender unos metros, y eso es lo que hacemos... que no es otra cosa que meternos directos al "marrón".

Unos diedros amables, en vertiente NE, parece que quieren conducirnos de nuevo a la arista... pero la cosa no será tan fácil...



Se nos echa la noche encima... envuelta en una niebla que añade más incertidumbre de la deseada; es evidente que estamos fuera de ruta... pero la roca se deja seguir escalando y así seguiremos hasta encontrar un lugar para vivaquear.

El último largo antes de localizar unas buenas repisas ya lo hacemos entre dos luces... algo inquietos y preocupados puesto que la estructura de una vira abombada no permite ver más allá de unos metros... y  claro... enciende el cerebro con eso de... ¿y si no hay descanso arriba?.

... pena... penita... pena...

... ¡verás tu el lío!...

Desaparecen inquietudes cuando se presentan a la vista un par de terrazas... como una balconada en la fachada de un edificio en obras; somos seis... así pues nos acomodamos cuatro en el piso inferior y dos en el superior... todos con vistas espléndidas, bueno... eso lo suponemos porque ya nos cubren nieblas y sombras.

... ¡seguro que me toca la piedra de pico!...

Nos amanece en posición similar a la que nos alcanzó la noche... es decir... tirados como perros, aunque eso sí... podemos ver realmente la posición que hemos ocupado unos y otros vecinos durante la noche.

Algo no va bien... la niebla es densa y húmeda... el viento inexistente... y las señales hablan de un cambio en las condiciones atmosféricas... esto no me gusta un pelo.

... los vecinos del piso de arriba...

... los del piso de abajo...

Nos decidimos por continuar, aunque ahora comienza a nevar débilmente... y ya alcanzada la brecha superior del "Castillo"... aquella a la que debiéramos haber llegado por el itinerario correcto... alguien lanza la pregunta fatídica... ¿hacemos bien en seguir?... uffff... esto es lo más parecido a un torpedo bajo la linea de flotación del mercante.


Entonces comenzamos una nueva andadura... hacia abajo... por terreno desconocido y a la búsqueda de la horizontal.

... de momento solo chispea...

Algo me dice que estamos cometiendo un error... nos encontramos en un canalón sin escapatoria... todo lo que caiga por aquí tiene posibilidades de encontrarnos... y está empezando a llover... no sé... vamos a tener lo nuestro.

... ya empieza la granizada...

Se cumple la "Ley de Murphy"... si algo puede salir mal, saldrá mal... y en el peor momento posible.

Comienza una tormenta de granizo que nos azota con fuerza... y el canalón se convierte en una masa de granos de hielo... en un movimiento continuo que, a veces, no nos deja ver el terreno.

Luego... llega el agua... ¡joder!... esto es lo que debíamos haber pensado, que la temperatura subiría grados con cada descenso de 60 metros de cuerda... y tenemos unos cuantos por debajo.

Pasan silbando cascotes que arrastra el agua y otros que son arrastrados por los que les golpean... estamos en una auténtica bolera y nada podemos hacer excepto organizarnos la cosa; tenemos seis cuerdas... así que mientras una cordada rapela y carga con dos cuerdas más para montar el siguiente... los segundos les siguen para llevarles otras dos cuerdas... y los terceros recuperan todo para seguir pasando cuerdas y que no les falten a los que abren camino... ¡la leche!.

... nos rodean las cascadas de agua...

Estamos empapados... al punto de que sale el agua por la caña de las botas, como una surgencia que brotara del interior; no hace un frío excesivo pero tiritamos como cachorros sin madre... y uno de los compañeros entra en hipotermia seria... apenas puede hablar y manejarse en el descenso.

Los rápeles se suceden y el agua no cesa... ni de caer ni de correr; es difícil recuperar las cuerdas... que se estiran como chicles y enganchan piedras que se nos vienen encima... al compañero perjudicado hay que colocarle el descensor y rezar para que logre llegar a la reunión... no sin antes darle a beber un sorbito de caldo del termo que rellené en el vivac; esto parece que le recupera... al menos hasta la próxima reunión segura.

Un par de veces tenemos que cruzar las corrientes de agua furiosa... como si de un descenso de aguas bravas se tratara; un esfuerzo tremendo a tres o cuatro rápeles del suelo... que se ve recompensado... por el abandono de dos cuerdas - la Ley de Murphy -, imposible que corran aún tirando entre varios... allí andarán.

... tremendo...

Llevamos horas en éste trajín que parece no tener final... nos quedan cuatro cuerdas y no vemos suelo, esperemos que no sea necesario abandonar más... mientras tanto llegamos a la saturación total del liquido elemento, no es posible absorber más agua... e increíblemente ninguna piedra nos ha herido... ¡inaudito!.

Nos recorren calambres, tiriteras, espasmos y dolores diversos... estoy a punto de volver a sacar el termo y repartirnos lo que queda de caldo caliente... pero me contengo, no hasta pisar glaciar y salir de allí.


En las esperas de las reuniones nos apretujamos mientras el agua hace su trabajo de lamernos de cabeza a pies... al revés también, por los arroyos que recorren la pared; las cabezas gachas apoyadas unas contra otras... parecemos un corrillo de monjes en oración perpetua.
Constantemente un golpeteo continuo en los cascos... clinc, clinc, clinc... millones de chinas como lluvia de meteoritos... todo revuelto como en una sopa de sobre; cientos de piedras como puños se estrellan a nuestro alrededor.

Hemos abandonado multitud de anillos, clavos, fisureros, mosquetones... todo lo que nos asegurara un anclaje fiable... y abandonaremos lo que haga falta sin rechistar.


... ¡por fin!... último rápel al glaciar...

Entre dos luces atravesamos una rimaya que se traga todo lo que cae de la pared... da miedo solo mirarla... recibiendo aguas, piedras y restos de nieves que desaparecen en la negrura de ésa enorme grieta.

El glaciar también está plagado de cascotes que rebotaron metros más arriba y sobrevuelan la rimaya... ¡joder!... y aquí seis "intocables" que se alejan sin un solo rasguño.
Nos terminamos el termo que sabe a gloria.


Se hace noche cerrada cuando descendemos el glaciar que defiende a las Droites y llegamos al principal de Argentière... tenemos enfrente el refugio pero, aunque sigue lloviendo, decidimos llegar a Chamonix a toda costa... andando tranquilamente, que el agua ya no molesta y el movimiento nos reanima, incluso el perjudicado sonríe.


Nunca jamás me he vuelto a ver en situación similar... un descenso de cañones de altura... en una norte que nos respetó la vida.


16 comentarios:

  1. Impresionante.....tus relatos.. tus aventuras... me tienes enganchada.
    Un abrazo
    Isa

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Isa... muy amable.
      Pues... como insistas en explorar ésos terrenos "gredenses" que veo te gustan de largo... uno de estos días tendrás que contarnos el marrón de alguna tormenta perfecta... jejejej... y además te gustará y todo.
      Un abrazo.

      Eliminar
  2. Joder Carlos que luego tenemos pesadillas ... que tensiónnnn , menudo thriller , un genero al que nos tienes ya abonados . Esta claro que así como con las mujeres ,genera mucha más literatura el despecho que el triunfo.... jajaja
    Sltten

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. jojojojo... gracias, David... ¡hombre! desde luego el fracaso, acompañado de algunas penurias, tiene más tirón que un triunfo sin aspiraciones... y en eso soy un crack... me bajé de más sitios a los que subí... y parece que todavía me persigue la inercia.
      Abrazos.

      Eliminar
    2. Carlos se veía venir...cuando salisteis del vivac con esa quietud....pero somos así que se le va a hacer.
      Hace poco leí el libro que recomendabas en una entrada "Quien vive, quien muere y por que" y seguisteis al dedillo la teoría, que en el se expone, sobre el comportamiento ilógico del que sabido perdido continúa....solo que en vuestro caso terminó bien.
      Un abrazo, Nico

      Eliminar
    3. Si, Nicolás... ésas señales de calma informan de cambios... pero así es la cosa.
      Darse por perdido, que no rendido, ofrece ventajas puesto que todo lo que venga a favor será ganancia desde cero... y permite navegar con calma justa.
      Luego ya... pues que sea lo que tenga que ser.
      Un abrazo.

      Eliminar
  3. Genial como siempre Carlos, me muero de ganas de conocer los Alpes así que gracias por acercárnoslos un poquito como haces siempre.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Roberto... pues nada... los Alpes te esperan, seguro que no tendrás ojos bastantes para mirar y soñar con las montañas que por allí se levantan.
      Precaución, suerte y al toro.
      Saludos.

      Eliminar
  4. ya te vale carlitos no paras de pasar miserias... que si abandono en Las Droites....que si la nevera de Alaska..!!! menos mal que las penurias y embarques de hoy en dia las compensaras con los cocidos de la tita Esther jajajjajaja que por cierto los recuerdo muy sabrosos te seguire leyendo( la verdad es que no conocia esta faceta tuya..... a ver para cuando lo plasmas en un buen libro...... ) un saludo desde el norte KEKO.

    ResponderEliminar
  5. ¡Hombre, Keko!... al igual que en la vida hay penurias y alegrías... pero la balanza siempre sigue a favor.
    Me alegro sigas leyendo lo que por aquí se cuenta.
    Los cocidos si que son peligrosos... que luego pasa lo que pasa... jejejej.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  6. Me encanta tu redacción, nos lo haces vivir, menudos sudores de granizo. Gracias por ser intocables.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Paula... esto de permanecer intocables en ésa tormenta, es algo inaudito... cosas que pasan pero no se entienden.
      Tuvimos todas las papeletas en la mano... y solo faltó una... la que nos permitió salir de allí como entramos.
      Saludos cordiales.

      Eliminar
  7. ¡¡¡Impresionante relato!!!

    Guillermo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Guillermo... me alegro te guste, Saludos cordiales.

      Eliminar
  8. Me ha encantado el relato. Muchas gracias por compartirlo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Rodrigo... A ti por leer y gustar de montañas.
      Saludos.

      Eliminar