Subir montañas. Aprender, avanzar y mejorar… siempre mejorar. Luchar y perseverar… siempre perseverar. Imaginar y soñar… siempre soñar. Compartir, sentir y reír… siempre reír. Fracasar y triunfar… como aprendizaje. Intuir y prever…puede no ser cierto lo que ves. Entender el entorno… que no conoce piedad. Escuchar las señales… que son legión. Navegar… con calma justa. Decidir… es tu libertad. Asumir el sufrimiento… que alguna vez llegará. Proteger… el compañero es tu mitad. Corazón caliente y sangre fría. Humildad debida.
Aún así… nada es seguro. Nadie te obligó… y a nadie exigirás.
Luego… bajar de allí… con las mismas reglas.
Vivir.


sábado, 31 de agosto de 2013

Memorias de un arriero en Gredos

Pedí a Jorge un pequeño texto donde nos hablara de todo aquello que le llevó a la montaña y consagrarse pocos años después como Guía... yo ya tenía previsto hasta el título del artículo... y entonces... me dice que el trabajo que viene realizando desde hace un tiempo, le ha hecho reconsiderar la cosa: quiere hablar de arrieros y caballos.

Nada se niega a un amigo... pero yo no me quedo con las ganas de "perfilar" a éste hombre - insultantemente joven - al que conocí hace pocos años cuando él apenas rondaba los veintidós... tremendo.

Me recordaba a mí mismo, a su edad, por la pasión y el deseo de conocer todo aquello relacionado con el mundo de la escalada y el alpinismo; una esponja que jamás se satura.... dispuesto a absorber conocimiento y siempre atento a las sugerencias de los "mayores".

Escalamos juntos un magnífico invierno que asoló el Circo de Gredos con la intensidad que lo hicieran décadas pasadas y ya casi en el olvido... media docena de rutas en las que nunca faltó su sonrisa ni el brillo de los ojos que delataba pasión a espuertas.
Tuvimos ventiscas, fríos que se cuelan, vientos heladores y soles que no calientan... en vías con carácter... y Jorge dominó con determinación.

Al verle moverse y navegar por rocas, hielos y mixtos... me dije... éste promete de largo; no me equivoqué y Jorge es, ahora, un alpinista completo con brillante futuro... un largo camino que, estoy seguro, recorrerá con energía y cautela debida.

Por mi parte estoy encantado de haber formado cordada con él... un tipo "aplomado", valiente y de corazón alpino... le deseo lo mejor y apuesto que gestionará su futuro sin aspavientos.

El asunto de arrieros y caballos - casi un manual - será mejor que nos lo cuente él mismo:

                                                                                  
"Ahora voy caminando por la senda que conduce a la laguna grande de Gredos, acompañado por los amigos Misil, Luna y Federica, que acarrean con los víveres para el refugio Elola.
Nos acompaña el ruido de sus herraduras golpeando contra el granito del camino, al fondo alcanzamos a ver los cervunales y alguna cabra saltar de risco en risco.
Cuando hemos llegado al alto de los Barrerones me ha sobrecogido la vista del Circo de Gredos (de vez en cuando tengo la costumbre de asomarme al trampolín que hay cerca del cartel y que te deja colgado encima de la espectacular garganta de Gredos).


Éste es el momento en que me giro hacia los caballos y en silencio entendemos que nos queda todavía la mitad del trabajo.
Huele a sudor que desprenden por el trabajo realizado y que arrastra la brisa de agosto; se produce un momento de complicidad entre nosotros.
Misil tiene la costumbre de parar aquí para que le baje la retranca, correa que evita que la carga se vaya hacia adelante cuando viene la cuesta abajo.

No puedo dejar de admirar año tras año, trabajando a su lado, la nobleza e inteligencia con que afrontan su tarea. No puedo dejar de pensar que son los responsables de que podamos tener el lujo de una comida o una cerveza allí arriba.
Protagonistas humildes de la Sierra de Gredos, desde Lozano o Careto, hasta Misil, Pensador, Turco, Mora, Federica, Luna, Reimundo, Titán y muchos otros que me dejo en el tintero; todos grandes amigos de fatigas y kilómetros por la sierra.


"Arriero, vas fabulosamente vidriado de sudor.
La hacienda Menocucho
cobra mil sinsabores diarios por la vida.
Las doce. Vamos a la cintura del día.
El sol que duele mucho.
Arriero, con tu poncho colorado te alejas,
saboreando el romance peruano de tu coca.
Y yo desde una hamaca,
desde un siglo de duda,
cavilo tu horizonte y atisbo, lamentado,
por zancudos y por el estribillo gentil
y enfermo de una "paca-paca".
Al fin tu llegarás donde debes llegar,
arriero, que, detrás de tu burro santurrón,
te vas...
te vas...
(César Vallejo)

Os voy a contar algunos secretos que he aprendido a lo largo de estos años en los caminos de la Sierra de Gredos:

La jornada comienza temprano por la mañana despertándonos con el olor de la vieja cafetera del refugio.
Siempre queda una mirada por la ventana para ver el estado del cielo, las nubes son nuestro peor enemigo, y otra mirada al prado para comprobar donde están los caballos ésa mañana.

Después de desayunar, con los cabezales en la mano, me acerco a buscarlos donde se encuentren; a veces, cuando me voy acercando sigilosamente hacia ellos, inmóviles y con la cabeza y orejas altas, no se dejan coger y comienza la persecución - hay que emplear alguna artimaña para convencerles de que tus intenciones son buenas, un poco de pan, algún matojo de alrededor o simplemente la mano extendida -.
El silbido también es importante para que te reconozcan.

Lo siguiente es quitarles las maneas, cadenas que se colocan en las manos para que no puedan andar con su zancada normal y sea más difícil que se escapen; dependiendo de la altura del verano los amaneo a los tres o solo al líder, al que seguirán el resto de caballos si tienen idea de fugarse a otros paraísos.


Llega el momento de vestirlos con los apeos correspondientes, primero coloco las protecciones en las patas que evitarán se hagan heridas con las piedras del camino; a continuación coloco un cojín fabricado con espuma de un colchón desvencijado y que tiene un corte rectangular para proteger del roce de la albarda en la cruz.
Encima de ella extiendo una vieja manta, monto la albarda y aprieto la cincha de cuero y borreguillo cosido en ancho en la panza del caballo; remato la cincha con un nudo de alondra fugado, apretando con la rodilla y lumbares, para evitar que se gire con el paso del caballo en un camino tan sinuoso como es el de la laguna.

Encima de la albarda va el serón de goma, donde cargaré las bombonas de gas, cajas de cerveza, pan, vino, huevos, melones, latas de comida y todo lo que el refugio necesite.
Cuando bajamos del refugio suelo cargar la basura y bombonas vacías.

El serón lo cierro con una vieja cuerda "Joker" de escalada; unos veinte metros son suficientes para realizar un primer atado, que rodea al caballo entre la panza y la cruz, cerrado con un nudo de fuga y rematado con un ballestrinque sobre un mosquetón viejo.
Luego le paso la primera "cruzata", también rematada con nudo de fuga y ballestrinque. Para una carga auxiliar haría una segunda "cruzata".

Vestir al caballo es un ritual y lleva concentración, orden y rigor.


El peso en cada lado del serón debe ser idéntico, de lo contario puede provocar que se gire la carga repentinamente a mitad del camino, estropeando víveres y creando más trabajo fatigoso al tener que volver a carga de nuevo.

Una vez vestidos y cargados los caballos, cojo la riñonera de la cocina. Ahí llevo una navaja afilada, importante e indispensable herramienta para un arriero; sirve para cortar las cuerdas que, en caso de accidente, atan la carga o caballos entre sí.
Sirve también para preparar el bocadillo en la Plataforma, antes de empezar de nuevo a cargar.
Llevo el teléfono móvil para estar en contacto con el refugio y las llaves de la vieja furgoneta para bajar al pueblo por las viandas.

Desde hace unos años los caballos van atados, uno detrás de otro, de los raberos de los cabezales a las colas con un nudo que evita que se arranques éstas con los tirones que a veces se dan entre ellos.
El paso del caballo es medio en el llano, ligero en la subida y lento en la bajada; algunos animales cagan mientras caminan y otros se paran de golpe... y no intentes que anden, será en balde.
Alguna vez he tenido momentos curiosos: parar a mear y ver que los tres caballos se estiran y hacen lo propio de forma sincronizada.


Por el camino sucede un fenómeno extraordinario, al que no encuentro explicación racional; los caballos caminan y no suelen parar porque se crucen excursionistas - éstos ven al caballo y se apartan - pero no ven que el animal lleva un gran serón a ambos lados, por lo que no se apartan del todo... más de uno ha rodado.
Otros paseantes levantan la cabeza cuando es demasiado tarde, algunos aprovechan para tocar fugazmente al caballo.

Luego vienen las mujeres y los niños con exclamaciones y comentarios: ¡pobrecitos, cargaditos!.
Debo confesar al lector que, a través de mis gafas de sol, lanzo una mirada disimulada al desfile de mujeres en bikini en pleno mes de agosto bajo un sol de justicia, alguna abrasada y cercano el melanoma de piel.

Siempre paro unos minutos en el regato de agua que hay debajo de la fuente de Cavadores, allí los caballos beben y mojan el gaznate seco; además consigo que hinchen la tripa y se aprieten las cinchas.
Siempre que el camino me ofrece prados, salgo a ellos... para que pisen en terreno cómodo y no gasten tanta herradura, además, les permite un muerdo fugaz de hierba fresca y alta.

Los lugares del camino que más vitalidad me dan son el trozo de trocha que evita el empedrado subiendo a Prao Pozas, enfilando al Puerto de Candeleda, y la parte de prado bajando de Barrerones, teniendo como fondo las vistas a la Mira.

Tardo menos tiempo en el viaje de ida que a la vuelta; los caballos, por instinto, buscan el mejor itinerario.


Una vez llegados a la Plataforma les quito los apeos, y los dejo en el pequeño prado y río que hay al lado, para que esperen descansando a que regrese del pueblo; Joaquín, encargado del chiringuito y primer guarda del refugio Elola en 1972... me cuida de los apeos y animales.

La furgoneta me lleva a Hoyos del Espino, donde me esperan las sacas de pan y compras en la frutería. Luego a la carnicería en Navarredonda de Gredos, donde me tiene preparado el pedido.
En agosto me preparo para la gran cola de amas de casa del pueblo, que se reúnen aposta a la misma hora.
A veces toca Farmacia, otras Banco por cambio de monedas... cuatro veces al mes la Gasolinera; también la Guarnicionería, herraduras y clavos.

Solo queda la visita al almacén donde guardamos las mercancía traídas de otros lugares. Siempre preparo carga para tres caballos.

A la famosa pregunta del público: ¿cuanto carga un caballo?... depende... entre ochenta y cien kilos.
Lo que si está claro es que un caballo sube cuatro bombonas de butano o propano - calcula cuanto pesa - sube doce cajas de cerveza, cocacola, aquarius, casera o fanta.

El caballo trabaja tres días a la semana, del uno de junio al doce de octubre, una media de sesenta y cinco días al año... el resto del año pasta y ve pasar la vida en el bello paraje del río Tormes.
Algún profano firmaría el contrato en éstas condiciones.

Con la furgoneta más cerca del asfalto, vuelvo a subir a la Plataforma; descargar y comienza el "tetris", encajar paquetes dentro de los serones.
Los caballos se cansan rápidamente estando parados y con carga... piden empezar a caminar... y arrastran la pata delantera en el suelo.
Un arriero debe ser rápido cargando; con los años he aprendido que es mejor tener caballos pequeños y bajitos, para no acabar destrozado de la espalda.


Despedida de Joaquín y, bajo las sorprendidas miradas del público, arrancamos como saetas.
Los caballos demuestran su inteligencia buscando acabar cuanto antes con el camino, para quitarse el muerto de encima; aquí es importante controlar las retrancas de las bajadas.
Si no hay incidente alguno llegaremos al refugio en dos horas y descargaremos con la ayuda de los compañeros.

Luego hay que desvestir al caballo y comprobar con rigor cada una de las partes del cuerpo donde se ha podido rozar: panza, cruz y cascos. Si hay que curar, se cura.
Crema hidratante a los cascos y aceite en el culo para las moscas cojoneras... el mismo aceite de cocina usado.
Otras tareas como peinar, cortar el pelo o darles sal, son más esporádicas.

A finales de julio subo los caballos al charco del Cristal de la Ventana, para que coman tranquilamente los pastos frescos y justo donde no llegan las vacas de Pepín.
También se les ofrece el pan sobrante y pienso campero - tacos de los que se sirven en el suelo -... alguna cabra se atreve a meter el morro y robarles algo.
Hago tres montones y me entretengo mirando como la yegua gana terreno mordiendo el culo de Misil.

Un momento mágico ocurre cuando los tres se revuelcan, patas arriba en el prado, para limpiarse el sudor... mientras les vigila el Almanzor.
Quizás es el momento donde alcanzas a valorar que éste oficio merece la pena y que las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma... en palabras de Julio Cortázar.


En otra ocasión os contaré que los caballos caminan con herraduras en los pies y manos. Y que existe otro oficio tan bello como el de guía, guarda o arriero: el oficio de herrador. Y que la vida está llena de personas que desempeñan muchos oficios extraordinarios... y que somos nosotros los que los hacemos extraordinarios al disfrutarlos con pasión.

Se acerca el final de nuestro camino...

Laguna Grande de Gredos. Agosto 2013.

Misil, Luna y Federica.





* Jorge Valle. Guía UIAGM.
* Guarda, Arriero, Porteador, Veterinario,
    Herrador... y Alpinista, claro.

8 comentarios:

  1. Gracias Jorge por contarnos tu actividad, estás rodeado de algo maravilloso, la montaña, tus caballos que de seguro te adoran aunque los tengas que herrar de vez en cuando. Estaré encantada de leer sobre ese habilidoso oficio de herrador. Siempre tan acertado Carlos, gracias por acercarnos a este gran personaje

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  2. Hola Jorge

    De arriero a arriero, tengo que reconocer que cuando dibujaba algo en el libro de piadas del refugio, aparecían con frecuencia Careto y Silencio, siempre metiendo sus puyas. Se les coge cariño, a pesar de que Careto nos coceó a todos.
    Gracias por tus recuerdos.

    Un abrazo
    Nacho

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  3. Este chavalin tan hiperactivo, siempre motivado y siempre trabajando. Lo mismo te escala una fina capa de verglas casi sin protección, , que te da una clase de esqui fuera de pista, que te hierra un caballo, que te friega doscientos platos en 20 minutos... es un autentico crack :)

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  4. Muy emotivo tu relato Jorge. Ya nos contarás como llegaste a ser el Gredense que eres hoy. Gracias Carlos por ofrecernos estas historias de Gredos.

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  5. Gracias Carlos y Jorge. El texto consigue transmitir muy bien, casi siento la presencia de los caballos... A la espera del siguiente, para aprender algo del arte de herrar.
    Un saludo

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  6. la pasión hace excepcional cada cosa que realizamos en el camino de la vida...y Jorge es un claro ejemplo de ello, ama lo que hace y así nos lo trasmiten sus palabras.

    Un abrazote compañero.
    David

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  7. Este lunes tuve la suerte de encontrarme en el Refugio, haciendo su ritual, al amable Jorge Valle. Al aproximarme al Refugio, según me voy acercando, me digo: ¡Bieen, voy a ver por primera vez como trabaja el porteador del Elola! Me acerco a Jorge y le pregunto que si me deja hacerle unas fotos y amablemente me aguanta también una batería de preguntas. Él me responde simpáticamente.
    Quiero decirte que me aconseja que visite tu blog y así es como he conocido de primera mano, esta historia.
    Te felicito por este buen trabajo. Un saludo.

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    1. Hola, Santi... pues entre unas cosas y otras... ya sabes bien como llegan al Elola los víveres y cervecitas... y que el trabajo de Jorge es duro, pero ya ves... que a él le encanta.
      Un saludo.

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