Conocí a Nacho poco antes de la expedición Chacraraju 78... lo cierto es que no hemos escalado juntos tantas veces como nos hubiera gustado - eso al menos supongo yo - como si aquella cumbre andina nos hubiera saciado de alegrías y esfuerzos conjuntos; esto de luchar por un sueño une mucho... a pesar de los avatares que separen.
Le he pedido un relato de sus recuerdos como guarda en el refugio Elola... y nada más recibirlo me salta el corazón por los momentos personales que me despierta; Nacho pertenece a la segunda tanda de "refugieros" que acompañamos a Miguel Ángel en aquella aventura por Gredos.
Recuerdo a Teresa, madre de Miguel, una mujer espléndida y siempre dispuesta a ayudar... y a Rafita, espigado como un junco ribereño.
A Nacho no le recuerdo enfadado - si alguien lo consiguió seguro fue cosa mía - tampoco negándose a algo... más bien dejándose llevar por los amigos y lo que la vida ofrezca; un buen escalador al que no asusta lo incierto y gusta de los espacios abiertos; dicharachero y algo bohemio... navega con pausa y entona canciones con su vieja guitarra; expresivo en los gestos y sempiterno bigote.
Magnífico fotógrafo... de los que disparan bajo la tormenta o el frío hiriente - a él le debemos una buena parte de las imágenes del Chacraraju -.
Estos son sus recuerdos:
"Cuando en la primavera de 1984 Miguel Ángel Vidal, me ofreció trabajar con él atendiendo el refugio donde era guarda, no me lo pensé dos veces, llevaba más de cinco años viviendo en Londres y era una oportunidad de volver a España, al menos por un verano.
Lo primero que recuerdo de mi trabajo como "mesonero", fueron los preparativos para acondicionar las instalaciones de cara al verano; las mantas al río para quitarlas el polvo del invierno, encalar las habitaciones, hubo que "cazar" los dos caballos que llevaban sueltos por el monte siete meses, Careto el primer día y Lazano al segundo, aprender a montarlos en serio y conocerlos.
En una ocasión, de esto hacía un par de años, fui con Miguel a coger los caballos por la mañana, él le quitó la manea al Lazano se agarró a las crines y de un salto se montó a lo indio, a mi me tocaba el Careto, un caballo grande mezcla de percherón, salté pero me quedé corto, ¡diablos era alto!, lo repetí con más fuerzas pero, a falta de "asas", me escurrí por el lado contrario dando con mis huesos en el suelo, Careto me miró displicente -menudo pardillo, parecía decir - , Miguel Ángel lo sujetó junto a una piedra a modo de escalón y me subí como un señoritingo.
Como cambiaron las cosas, con ellos empezamos a sacar basura hacia la plataforma y comenzaron los porteos de abastecimiento para el verano.
... Nacho y su hija Zaniah montando a Careto... el perro Rupal al tanto... |
Durante esos primeros días era como vivir en un sueño, desde el centro de Londres había pasado a estar "perdido" por las montañas.
Era principio de junio y prácticamente estábamos solos en el circo; apareció una pareja de holandeses en la terraza, estaban dispuestos a contratar un guía para ascender al Almanzor y esa fue la primera vez que trabajé, en lo que hasta entonces había sido mi afición, el siguiente paso consistió en pasar a formar parte de la compañía de guías local.
Las tareas de refugieros nos llevaron a comprar en una tienda de comida al por mayor, llenamos cuatro plataformas/carro; después de un buen rato dándole a la calculadora, la cajera comentó , -"¿no habrá problemas de dinero?"- .
Con el coche de Miguel arrastrando un carro y mi furgo nos plantamos en la plataforma, donde con cinco caballos y en dos viajes conseguimos subir todo al refugio a última hora del día.
Durante los tres años que trabajé como guarda una de mis tareas principales fue la de arriero, ¡como pesan cuando hay que sujetarles las patas para herrarlos!.
En una ocasión salí de la plataforma a las 9 p.m. con nuestros dos caballos hasta arriba de comida variada, en la subida a los Barrerones al Careto se le voltearon las alforjas sin que lo pudiera ver y se puso a dar saltos hasta desparramar toda la carga, llegué a la 1 a.m. al refu; menos mal que Teresa, la cocinera, me esperaba para darme la cena.
Los currantes que éramos cinco o seis, nos tratábamos como una familia.
... Nacho, Teresa, Miguel Ángel y su madre Teresa, Rafa Gómez Menor... |
Me levantaba a las 6 a.m. para estar a las 9 a.m. en la panadería, el panadero me colaba y si alguna clienta ponía mala cara le decía que yo venía desde la laguna.
Para soportar mejor las solaneras del camino usaba una especie de poncho/minifaldero de tela blanca, solo cosida a la altura de las caderas, para que el fresco me entrara por los costados o los muslos; como tocado, un gorro de tenis con un pañuelo extra para tapar el cuello y completaban el vestuario unas botas de verano.
Resultaba curioso escuchar los comentarios de las mujeres, pero más aún la licencia de alguna conocida, que me levantó las faldas para comprobar que no usaba pantalones cortos.
A medio día con los caballos atendidos, ya me metía como pinche en la cocina; hasta 146 comidas dimos una jornada, incluyendo los chavales de un campamento.
Aprendí a manejarme con las cazuelas y las sartenes; a las cinco el refugio quedaba recogido y muchas tardes podíamos irnos a escalar a las paredes cercanas.
Después de cinco años en el dique seco escalatorio, fue la mayor liberación el volver a la verticalidad, el vacío y a unos minutos del curre/casa.
A destacar la apertura de la Vía de los Guardas, en la zona del Escudo, una ruta de cinco largos donde en cada tirada nos salió algún paso de VIº. Los dos primeros los aseguramos desde arriba, pero los demás fueron abiertos a medida que ascendíamos.
Recuerdo dos pasos, una muesca de 2cm en una placa lisa, para el canto de la bota que nos ahorró un posible A0 y otro, muy extraplomado, que cuando soltabas la mano de abajo, te quedabas colgando solo de la mano de arriba y el único sitio para los pies era donde se agarraban las manos.
... rescatando cabras... |
Al refugio iban a pedir ayuda una cabra atrapada, alguien perdido o enriscado, pero el verano en ese aspecto era tranquilo.
Si el ambiente del refugio se volvía pesado, siempre se podía ir a vivaquear a las lanchas; incluso una vez me subí a dormir a la cumbre del Almanzor.
A finales de septiembre había un bajón en las visitas, lo que nos facilitaba las tareas de aprovisionar la despensa y para después del puente del Pilar el refugio ya solo se abría los fines de semana; entonces comenzaba la rutina invernal, puerta blindada, vaciado de tuberías, limpieza de nieve, vigilar la laguna para poder cruzarla o escucharla cantar cuando, por el frío, se salía de su espacio rompiéndose el hielo y dando preciosas notas musicales.
Con el frío aparecían otro tipo de personajes, esquiadores, escaladores de hielo y siempre el grupo de los que querían ascender el Almanzor.
Subía el viernes, a veces a la luz de la Luna, y regresaba el domingo, pero algunas ocasiones nos quedamos entre semana.
En una de esas abrimos Aurora Boreal, la línea de hielo más larga del Cuchillar de las Navajas; recuerdo dos pasos críticos, el 1º fue una estrecha línea de hielo casi vertical que, para no romperla, pasamos agarrándola con las manos; el otro fue un extraplomo formado por una chorrera de carámbanos que me obligó a estirarme para poder pinchar por fuera.
... vía "González/Arbós" a los Techos Amarillos... |
Abrimos varias cascadas en el Circo, pero recuerdo una primera invernal en especial, los Techos Amarillos; después de los cuatro techos había una cortina de estalactitas heladas, Miguel las rompió. Colgando de los estribos, nos pusimos los crampones, sacamos la cabeza a la pendiente y agarrado con una mano al mosquetón del estribo, pinchar el piolet en el hielo superior, colgar de él el otro estribo, pinchar el 2º piolet, cambiarse de estribo, recuperar el estribo trasero, volver a pinchar el 2º ya estirándome y colgarse de él, para entrar con los crampones en el hielo.
Carlos me ha pedido recordar y ahora tengo que parar dejándome en el tintero decenas de momentos, el “Monstruo” del Circo de Gredos y el miedo generalizado; el rescate del que estaba con el agua hasta el "pito", la cabra modorra, el record de subir y bajar al Almanzor, la Vía de la Tripas, el fuego en los Barrerones, cuando se rompió el nevero de la Canal de la Mina, un tremendo diluvio con mi hija y yo solos en el Circo, etc. etc."
Un saludo a todos.
Ignacio
Gran tipo Nacho , siempre afable e integrador … si lees esto , quizás nos recuerdes ,finales de los 80s , un grupo de púberes escaladores en Móstoles donde residías , nos apadrinaste en algunas salidas, viajes interminables a Gredos ; Circo y Galayos en aquél Land Rover verde con colchón atrás , en Galayos la Gerardo , previo a pruebas practicas de la ENAM . Buenos recuerdos y agradecimientos de lo que por entonces eran nuestros comienzos . Un Abrazo de éste que sí se acuerda y felicitaciones a Carlos por hacerlo posible.
ResponderEliminarHola Jonchu
EliminarCuando estaba federado en el club de Móstoles, me presenté a los exámenes de la EMAM y al aprobar os lo conté a vosotros loa primeros.
Un saludo compañero
Nacho
Welcome back home, Nacho!, muchas gracias, Carlos.
ResponderEliminarSiendo el más accesible de los ariscos guardas del Elola, ¡qué alegría cuando escalaste con nosotros "Yo sucio no voy"!, y qué agradecido cuando luego me apadrinaste para hacerme socio de Peñalara (otros tiempos, otras formas). Me alegra mucho este reencuentro.
Luis Guillén
Trabajo saludable Nacho. Descarga el tintero todo lo que quieras que leeremos tus momentos de alegría y miedos con los ojos bien abiertos. Gracias Carlos. Un abrazo para ambos.
ResponderEliminarMe sorprende como recordáis pasajes que yo había olvidado, se agradece mucho y sobre todo el cariño que significa.
EliminarUn abrazo a Luis y Paula
Muy buen relato Nacho, a ver si te animas y nos cuentas esas anécdotas que te has dejado en el tintero. Carlos, muchas gracias por hacerlo posible.
ResponderEliminarUn abrazo a los dos
Fantastic photos:) Greetings
ResponderEliminarHola Raúl, gracias por tomarte el tiempo de leerlo
ResponderEliminarHola Zielona, fíjate que son fotos a fotos de papel, pero han pasado por las manos de Carlos
Saludos Ignacio
Aparece en una foto de esta entrada, y no he podido evitarlo. Hay tantas cosas, seguro, en tu cuaderno de espiral, pero algo que me duele es que si uno teclea en esta red de redes "Rafa Gómez Menor", lo único que aparece es el triste episodio, ese de tirarse los tratos, las culpas a la cabeza de si aquello y lo otro en aquella triste expedición al Everest.
ResponderEliminarMil cosas en el cuaderno, seguro, pero nadie mejor que tú, querido Carlos, y quizás, un día, te apetezca hacer que el recuerdo del entusiasmo sin límites de Rafael Gómez Menor tenga su justo recuerdo en bellas palabras.
Nadie mejor que tú, sin duda.
Un gran abrazo.
Adolfo
Ya sabes, Adolfo, que hay mucho que no se contó y, ni siquiera la historia recordará. Suele quedar lo que se repite constantemente.
EliminarAsí son las cosas y aunque todo mejore, que lo hace, siempre queda en el tintero lo que no esté escrito. Ya veremos si me pongo a contar más cosas... ya veremos.
Un abrazo.