Subir montañas. Aprender, avanzar y mejorar… siempre mejorar. Luchar y perseverar… siempre perseverar. Imaginar y soñar… siempre soñar. Compartir, sentir y reír… siempre reír. Fracasar y triunfar… como aprendizaje. Intuir y prever…puede no ser cierto lo que ves. Entender el entorno… que no conoce piedad. Escuchar las señales… que son legión. Navegar… con calma justa. Decidir… es tu libertad. Asumir el sufrimiento… que alguna vez llegará. Proteger… el compañero es tu mitad. Corazón caliente y sangre fría. Humildad debida.
Aún así… nada es seguro. Nadie te obligó… y a nadie exigirás.
Luego… bajar de allí… con las mismas reglas.
Vivir.


sábado, 15 de diciembre de 2012

Chacraraju IV

Me despierto de un sueño inquieto, más allá del mediodía, con el sonido de un nuevo derrumbe del glaciar del Chacraraju... ya conocido pero que no puedo ver en ésta ocasión.

Va para tres días que me vendaron los ojos... y Nacho, mi compañero de tienda... siempre al tanto y dispuesto... se acerca a quitarme legañas y añadir más colirio que alivie un dolor que, poco a poco, disminuye y ya me permite adivinar luces y sombras.

Hoy toca ejercicio de higiene... en cuclillas sobre el arroyo cercano al campo base... aguas puras y frías que cortan la piel; lo agradecen los cuerpos que empiezan a sostener vidas ajenas... de olores ni hablamos.


También aprovechan algunos para lavar y remendar ropas... ya puestos pues que sea lo que tenga que ser.

No todo serán penas... y nuestro guardián Vargas, que nos abandonó unos días para solucionar un juicio en Huaraz, regresa con una reserva de proteínas que llega al campo base con magníficos andares... un carnero, ya entrado en años, que promete guisos sabrosos... ya veremos.


Al animal no le da tiempo para aclimatarse a la nueva altitud... Vargas se encarga de que su vida sirva para mantener otras.


Desde el primer intento fallido al Chacraraju han pasado unos días... incluyendo una borrasca que nos regaló un campo base nevado... regalo para la vista pero inquietud para el espíritu; no podemos perder más tiempo y hay que aprovechar cualquier oportunidad para un nuevo intento.

Reunidos en la tienda/cocina, tras horas de rifirrafes... se decide que hay que volver a abastecer el campo I y abrir la huella del glaciar, seguramente borrada por las últimas nevadas; también... dejar un pequeño depósito de material y comida en el cono que da acceso a la pared... y de paso... abrir huella más allá, hasta la rimaya del otro Chacraraju... el Este... hermano menor del que nos ocupa.


La intención es facilitar el camino al próximo objetivo una vez conseguido el principal... parecería que nos ponemos la piel del oso antes de cazarlo... no tenemos remedio.

Dicho y hecho... me prestan unas gafas de cristales negros como el azabache... y tiramos para el campo I, allí me dejan de vigilante, y el grupo vuelve a abrir huella... asegurar el depósito y seguir marcando terreno hasta el siguiente objetivo.


Solo hará falta esperar una mejoría del tiempo... que llega poco después... como llega todo en la vida, una mezcla de alegrías y miedos ante el compromiso adquirido.

Pasamos la tarde en el campo I a la espera del anochecer... inquietos y nerviosos... sin dejar de mirar la pared. Ésta vez seremos tres... los días anteriores decidimos que dos cordadas independientes, pero juntas, unirían fuerzas para "rematar" al monstruo... pero Javier no se encuentra bien... y Nacho da un paso al frente para formar el trío.


Llega un atardecer plácido en el paisaje, sereno y amable... pero inquieto para el grupo... Paco y Antonio velarán nuestro nuestro sueño... dispuestos a intervenir si la ocasión lo requiere... no hay nada como tener amigos al acecho.
Nos damos un festín por si no hay ocasión futura... que no la habrá seguro; comemos picando de aquí y allá... algo ansiosos.


La luz desaparece lentamente... mientras sostenemos en las manos un pote de té hirviendo... más por calentar las manos que llenar el estómago... bien nutrido.

Dentro de unas horas empezará la batalla.


Nadie duerme en el campo I cuando llegan las doce de la noche... la hora de la verdad... en la que nos calzamos las botas y nos despedimos del resto... solemnemente... esto parece un funeral.

Atravesamos el glaciar de nuevo bajo la luz de la luna... tengo la sensación de que nos movemos lentamente, como si quisiéramos retrasar la llegada a la rimaya... a la que llegamos tras recoger material y comida del depósito.


Mientras nos preparamos para empezar... miro por última vez la cálida luz que emite la tienda del campo I... el negro perfil del Chopicalqui, que tenemos a un lado, y a éstos dos... Miguel y Nacho, compañeros de viaje para las próximas 80 horas; se dice pronto.


Nada más asomar por el borde superior de la rimaya, nos recibe una ola continua y persistente de nieve polvo... coladas de las que se deshace el Chacra tras las últimas nevadas... y que se cuelan por el cuello robando calor al cuerpo.
Nacho dice no se qué... de que se quiere ir de allí, pero se le pasa.

Miguel y yo... ya sabemos lo que nos espera... revivir la desagradable sensación de como alcanzan los cristales de hielo lugares tan lejanos como el sitio donde la espalda pierde su nombre.


Nos amanece en el primer resalte... que resolvemos por lugar distinto al primer intento... una zona más directa y que nos deposita en el canalón de nieve blanda donde navegamos a punto de perder el sentido de ubicación.


Las olas de nieve polvo nos llegan a la cintura... nos atraviesan sin fuerza pero no vemos donde pisamos... ni donde colocamos el piolet... nada... una sensación extraña en la que parece que se mueve la pared; me da por pensar ¿y si viene un "regalito" envuelto?... nos partiría las piernas sin enterarnos.

Tiramos en un ensamble infinito... maldiciendo que no haya reuniones para reposar... ¿es que no descansa el mamón éste que va delante?.


A la tarde temprana llegamos al lugar elegido para vivaquear... algo más abajo que la primera vez... y que nos permite tallar una repisa lo suficientemente cómoda para estirar las piernas.

Tres horas de trabajo mientras nos alcanzan las sombras... aunque el sol todavía calienta las montañas que nos rodean... cosas de los hemisferios, vertiente sur con fríos del norte.

Nos aseguramos a un par de tornillos "sacacorchos" y colocamos la tienda de pared a modo de toldo... algo nos libra de las coladas de nieve polvo que, menos mal, han perdido intensidad... parece que la montaña ya descargó sobrante.

Ésta vez podemos meternos en los sacos... vestidos como estamos y solo retirando los crampones; incluso apoyar la espalda y apretujarnos cariñosamente... la vida es bella.


Estamos contentos y hasta bromeamos... mientras el infiernillo, que sujeta Nacho entre las piernas, derrite nieve para una sopa caliente.

La luz nos abandona ante un paisaje espectacular... ahí los Huandoys... allá el Chopicalqui... y enfrente los Huascaranes... teñidos de amarillo ocre, enormes y cercanos; nosotros aquí, en el palco principal de un teatro que bajará el telón hasta el próximo amanecer.


Esta vez hemos descansado bien... dormir poco... pero suficiente para empezar la tarea a medianoche, como siempre, bajo un frío intenso y limpio... de ése que duele y anestesia la cara.

El segundo resalte resulta ser tan duro como se preveía... hielo acerado entre planchas de roca... vertical y con reuniones colgando.
También contiene una tirada inquietante... una cortina de hielo frágil, separada de la roca y en la que tallamos agujeros donde metemos los brazos hasta el codo... tocando la roca al fondo con los dedos estirados... ufff... sonidos secos mientras la cuerda cuelga, durante muchos metros, sin protección alguna.

En una de éstas se me ocurre pensar que todo se vendrá abajo... y desapareceré en el espacio negro entre hielo y roca; me sube un golpe de calor que abrasa las sienes.




¡Un clavo!.- grita Miguel.
¿Ha dicho un clavo?.- nos preguntamos Nacho y yo.
¡Sí, un clavo!.- responde Miguel de nuevo.
¿Estás seguro que es un clavo?.- insistimos.
¡Un clavo, joder!.- chilla Miguel.
¡Ha encontrado un clavo!.- repite Nacho.
- ¿Qué hace un clavo ahí?.- me pregunto.
- ¡Que raro!.- ... el Nacho.
- Sí.- ... yo.

Conversación de besugos ante el bloqueo mental que nos ocupa... y un encuentro inesperado que entenderemos pasados unos minutos; un clavo de roca que dejaron los aperturistas... Bouchard y Meunier... el año anterior; aunque parezca poco... resulta mucho eso de saber que alguien pasó por aquí.


Pero nuestra dicha tiene las patas cortas... ya me lo decía mi padre... "Carlos, dura poco la alegría en casa del pobre".

Nos ha llevado más de seis horas superar éste resalte y... a punto de salir al canalón ¡zas!... a Miguel se le escapa un piolet de la mano, la herramienta más técnica  que poseemos... una maza "Peck Terrordactyl", ¡joder!, esto sí que es un problema serio... pero vamos... que de aquí no nos bajamos ni que tiemble la Tierra.


A partir de ahora solo será posible escalar en "V" cuando el terreno ceda en dificultad y pasando una sola cuerda por los seguros... que tampoco colocamos muchos, pero alguno si.
Para los largos duros lo haremos en "linea"... de ésta forma cuando el segundo llegue a la reunión, lanzara por la cuerda un piolet al tercero; se avecina la eternidad.

El canalón es un tobogán de hielo... de nuevo acerado... y largo, muy largo. Sufrimos calambres constantes en los gemelos... un dolor intenso que solo cesa cuando se acaba la cuerda de 45 metros y tallamos, a toda prisa, un pequeño boquete para colocar los pies de lado.

Cansados de golpear tantas veces piolet y crampones para conseguir buen anclaje y dar el siguiente paso... entre chirridos del metal contra el hielo - como arañar la pizarra con uñas de escolares rebeldes... para que las chicas chillen - decidimos parar al mediodía y repetir la faena de tallar un nuevo dormitorio.

Hace rato que nos envuelven nubes y nieblas... y, como las desgracias nunca vienen solas, Nacho pierde una manopla.
-¡Carlos... cógela!.- me gritan... mientras me agazapo pensando en que algo me va a sacudir.
La manopla se pierde entre las nubes y de nuevo... tenemos otro problema añadido... aunque hay repuesto de momento.

Esta vez... es Nacho el que sufre una conjuntivitis dolorosa y Miguel el encargado de abrir el botiquín de emergencia y aplicar colirio a unos ojos que no llevaron gafas durante el día... eso le impedirá ver el atardecer de los Huascaranes...


Ya andamos cerca de los seis mil metros de altitud y "solo" nos quedaría otro resalte más corto que los anteriores para llegar al inmaculado colchón blanco de la cumbre... decido celebrarlo con un cigarrito que me sabe a rayos... bueno, es un decir... por aquel entonces no sabía a qué saben los rayos... eso lo conocería muchos años más tarde, pero ahora no viene al caso.

Llevamos más de trece horas en marcha y éste vivac, más incómodo y con cuerpos doloridos, no será tan bueno como el anterior... pero nos animamos pensando que mañana será el día.

A medianoche, de nuevo, elegimos una canal que nos parece ofrecer posibilidades de tener continuidad... y apenas avanzados unos metros ¡zas!... a Nacho se le atasca mi piolet de madera y se suelta el regatón que no coloqué con el apriete debido cuando lo recorté en su momento... ¡menudo plan!.
Parece mentira la prestancia que pierde un piolet sin regatón; esto lo pienso... pero no se lo digo, no sea que la líe.


Poco más arriba... cuando el amanecer nos castiga con un frío que muerde... Miguel pierde un guante ¡joder!... esto le traerá consecuencias... pero vamos... que de aquí no nos bajamos ni que tiemble la Tierra.

Alcanzamos un sector que parece una ratonera... la canal se cierra con estalactitas a un lado, roca desplomada al frente y merengues inestables al otro... pasan horas, intentando salir de allí... hasta que al fin resolvemos el crucigrama por los merengues a punto de caer.
Justo en éste lugar, Bouchard tuvo una caída y se fracturó alguna costilla... quizá es esto lo que nos hace ser cautos en exceso.

A Miguel le ruedan lágrimas cuando entra en calor la mano sin guante... solo protegida con un cubremanoplas de nylon.

Tenemos ante nosotros un estrecho corredor, poco más de un metro de ancho, que brilla como un diamante... y se nos antoja de dureza similar... 80 o 90 metros cercanos a los 70º y en los que me toca luchar hasta la extenuación... entre dolores de rodillas, gemelos y nudillos sangrantes.

El hielo es transparente... y a su través adivino fisuras en la roca; golpeo como un poseído haciendo saltar desconchones de verglas, de buen tamaño, tratando de alcanzar un buen seguro que me permita descansar... pero no es posible... y solo consigo bombardear a éstos dos... al punto de desplazar a Nacho de la reunión con un impacto considerable.
Me gritan... pero no escucho.

Aunque a veces no lo parece, todo tiene un fin... y pisamos blando.


Miguel termina los últimos metros mientras le asediamos con la pregunta del millón....

- ¿Ves la cumbre?.
- No.
- ¿Que si ves la cumbre?.
- ¡Nooo!.
- ¿La ves ya?.
- ¡Que nooo... joder!.
- Dice que no ve la cumbre.
- Pues tiene que estar ahí.
- ¿Seguro que no ves la cumbre?.
- ¡La leche os han dao... nooo!.


De repente... todo cambia, el canalón se pierde en un colchón donde nos hundimos hasta la cintura... una pesadilla deseada pocos metros más abajo y que ahora no podemos superar... así de simple... no hay forma de avanzar y caemos rendidos en un agujero que nos supera en altura... ¡joder!... esto no acaba nunca.

Nos invade una pereza infinita, dan ganas de quedarse a vivir aquí... dejarse llevar y descansar para siempre.


Mandamos a Nacho por delante... a cavar una trinchera con el "deadman"... un trabajo penoso y brutal ya por encima de los seis mil metros, mientras Miguel y yo fundimos nieve entre cabezazos somnolientos. En una de éstas notamos que Nacho no se mueve...

- ¡Nacho!... ¿estás bien?.- le gritamos.
¡Eh!... ¿qué?... ¡Ah!... me quedé dormido.- algo así balbucea.

Le pasamos agua en su mochila, por la cuerda, para que se le aclare la sangre... que parece que no le circula bien, como a nosotros... y continua su trabajo zigzagueando por la pendiente ante la imposibilidad de abrir zanja de frente.


Por fin el terreno suaviza y la nieve permite mejor paso... ya solo queda andar... y lo hacemos exhaustos pero sin pausa... poseídos de una inercia que nos mantiene en movimiento... respirando agitadamente y con la vista fija en ése lomo que no tiene fin.

Tengo la impresión de "vivir" en el Chacra desde siempre... como ocurre en los caminos que se recorren sin planes previstos; viajeros que solo cesan cuando lo pide el cuerpo... en cualquier lugar.



Y así... hasta que, de repente, no podemos subir más.





Estamos a 6.113 metros... en la cumbre del Chacraraju Oeste... son las dos y media de la tarde y acabamos de romper el maleficio del numero maldito, ya somos 16 los alpinistas que conocemos el sabor del aire que  recorre ésta pequeña cima "imposible".

Miguel se pone a llorar y yo le imito al instante... a Nacho se le dibuja una inquietante sonrisa que no le abandona en momento alguno; me giro a un lado para vomitar poca cosa.

Nos apretamos las manos sobre éste pequeño cono de nieve que arrasa un viento en aumento y trae nubes a jirones... me parece vivir un sueño y miro a éstos tipos con agradecimiento infinito... hacemos fotos y paseamos la vista en derredor para cerciorarnos que estamos en todo lo alto... si muriese ahora mismo, no lo notaría.

Nos rodea un inmenso mar de nubes... del que solo sobresalen las cumbres más altas; náufragos en una isla desierta de un océano azotado por la galerna... me "presiento" acompañado pero algo solo; me llegan señales de un cuarto navegante... una figura brumosa que se desvanece en la arista de nieve que desdibuja la niebla... al Este; me hace un gesto con la mano indicando el camino... todo es cordial y tranquilizador.

Me siento poderoso y frágil... ligero al punto de volar, todo a la vez... tanto esfuerzo para escasos 30 minutos de gloria.

Se agolpan sensaciones y pensamientos que no logro controlar... late el corazón con fuerza y el estómago tiene vida propia; nos envuelven neblinas... zarandea el viento y atenaza un frío despiadado... no debemos esperar... ya no hay más.


Ahora... hay que bajarse de aquí...


18 comentarios:

  1. Muy bueno Carlos,que aventuras!!
    Es muy emocionante,un orgullo para vosotros y para los que tenemos la suerte de poder leer estos relatos.
    Gracias

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    1. Hola, Luis... gracias a ti por el entusiasmo y me alegro mucho que disfrutes con las historias contadas.
      Un cordial saludo.

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  2. Chapó!
    Magnífico relato y estupendas las fotografías, menudo ambiente en la pared. Las fotos de la cima hablan por sí solas, con la felicidad que se os dibuja en las caras después de tanto sufrimiento, hasta el aguilucho de la bandera parece sonreír.
    Ya veo que no somos los únicos a los que se les caen cosas cuesta abajo cuando la torpeza se adueña de unas manos heladas.
    Un saludo,
    Nico e Isa

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    1. Gracias, Isa y Nicolás... bueno... el aguilucho no dijo ni pío... jejejeje.
      Manos torpes cuando el frío ataca... no nos libraremos de esto, pero habrá que ser cuidadosos... que luego llegan las facturas.
      El mérito de las fotos, casi en totalidad, le pertenece a Nacho... que aguantó el tipo disparando en condiciones muy duras.
      Eso sí... el soporte, Ektachrome 200 y 400... permitió buena calidad incluso tras años de maltrato y digitalizaciones varias.
      Cordiales saludos.

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  3. Llevaba unos días esperando y preguntándome ¿tocará hoy...?
    Vuelvo de escalar un rato de las pequeñas rocas de mi ciudad y lo encuentro: "Chacraraju IV"... sonrío y prefiero dejar la lectura para después de comer, para poder hacer una lectura con pausas y sin prisa...
    No defraudas, estupendas imágenes y gran colofón..
    Solo te pedriría, si es posible, que en el siguiente "especial" de capítulos, no nos mantengas tanto tiempo a la espera, porque los que somos algo nerviosos corremos el riesgo de "infartar"...
    Un abrazo.
    David.E.Resino

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    1. Gracias, David... ¡hombre!... un poquito de tensión viene bien para que no me olvidéis.
      Ya veo que eres lector tranquilo... de los que gustan tomarse su tiempo... seguro que con un cafetito.
      Gracias, de nuevo, por ser incondicional.
      Un abrazo.

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  4. Buena,bonita y importante gesta.Te doy la enhorabuena con retraso....el reportaje de los buenos.Ya veo que despues de todo "no se dio tan mal" a pesar de los temores naturales de una escalada de esa envergadura,y las perdidas de material en la pared..."Monstruos" ¿Que paso en la bajada,jeje...?.

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    1. Gracias, Miguel Ángel... bueno, hicimos cumbre... a pesar de todo pero llevó esfuerzo.
      La bajada... y algo más sera el próximo capítulo; al contrario de lo que ha sucedido en alguna desgraciada ocasión... en ésta... subimos tres y bajamos cuatro.
      Un abrazo.

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  5. Excelente Carlos, vaya aventura y qué forma tan buena de compartirla. Me sumo a los comentarios anteriores, ya estoy esperando con ganas la siguiente (más ahora con la intriga de que subierais tres y bajarais cuatro...)
    Un saludo

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    1. Gracias, Diego... es un placer encontrar gente que disfrute con las historias que ocurren por la montañas.
      ¡Ah!... claro, no debo adelantar acontecimientos... pero, a veces, suceden cosas impensables... que hacen pensar.
      Saludos cordiales.

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  6. Me encanta Carlos....como siempre. Deberías escribir mas..se te da bien contar las aventuras y desventuras...y gracias por contarlas...

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    1. Gracias, Eloy... gracias a ti por leerlas... allá por tus tierras cálidas. Seguiré contando historias... seguramente hasta aburriros... jejeje.
      Un cordial saludo.

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  7. Me alegro de que no os rindiérais. De esta forma hemos podido saborear vuestro triunfo con esas maravillosas fotografías y esa excelente redacción que siempre sabes compartir. Gracias Carlos.

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    1. Gracias, Paula... no conviene rendirse, al menos fácilmente, ésta es una de las claves que todo amante de la montaña conoce. La perseverancia es vital... y luego que sea lo que tenga que ser.
      Gracias a ti por leer.
      Un abrazo.

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  8. Jolin Carlos nos resuelves un enigma y nos planteas otro mayor. Ahora otra espera interminable... Jejejeje me tienes enganchado al blog. Qué maravilla.

    Un abrazo.

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    1. Hola, Josefer... hay que mantener la tensión... jejejeje... gracias por la fidelidad, trataré de mejorar para que sigas leyendo historias.
      Un abrazo.

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  9. No seré el primero que te lo diga, me llevas a la montaña Carlos, seguiré leyendo tus magníficos relatos.

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    1. Gracias, Roberto... si "viajas" con el texto... entonces es suficiente para mí... me alegro que te "veas" allí mismo.
      Solo quedará "vernos" físicamente por algún rincón gredense.
      Saludos cordiales.

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