Subir montañas. Aprender, avanzar y mejorar… siempre mejorar. Luchar y perseverar… siempre perseverar. Imaginar y soñar… siempre soñar. Compartir, sentir y reír… siempre reír. Fracasar y triunfar… como aprendizaje. Intuir y prever…puede no ser cierto lo que ves. Entender el entorno… que no conoce piedad. Escuchar las señales… que son legión. Navegar… con calma justa. Decidir… es tu libertad. Asumir el sufrimiento… que alguna vez llegará. Proteger… el compañero es tu mitad. Corazón caliente y sangre fría. Humildad debida.
Aún así… nada es seguro. Nadie te obligó… y a nadie exigirás.
Luego… bajar de allí… con las mismas reglas.
Vivir.


miércoles, 25 de mayo de 2016

Historias de Juan Lupión III

Más historias de aquellos años en los que todo era diferente.
(Texto y fotos de Juan Lupión)

También dejo por aquí el enlace a otra aventura que compartí, en la misma ruta, con un viejo amigo al que perdí la pista... Aiguille du Midi (Espolón Frendo)



Espolón Frendo Aiguille du Midi (Alpes)


El día es gris y cae un ligero chirimiri. Nuestras vacaciones están llegando a su fin. Pasamos por la "Casa de la Montaña" para ver la meteo.

La previsión de una pequeña mejoría en el tiempo nos ofrece una última esperanza. Esta tarde mejora el tiempo pero mañana, a medio día, está prevista la llegada de un nuevo frente y se esperan precipitaciones de nieve incluso en el valle. 
Nuestras vacaciones se acaban y no es cosa de desperdiciar esta última oportunidad.

El teleférico de la Aguille du Midi, recién reparado, nos sube hasta el Plan de l´Aiguille, desde donde se accede al espolón Frendo.


Cruzamos a la carrera el glaciar des Pèlerins y a eso de media tarde comenzamos por remontar unas pendientes de nieve dura que dan acceso a un terreno fácil de roca, por el que aprovechamos para avanzar hasta que anochece; ya a oscuras, instalamos el vivaque.
Tal y como dijo la previsión, hace una noche estupenda; madrugando un poco, antes de medio día estaremos fuera.

A diferencia de la mayoría de las vías largas, esta no tiene una bajada ni larga ni difícil; en cuanto llegas a la cima tomas el teleférico y ya está. 
Esta es otra de las razones en que se apoya nuestra estrategia.
Acomodados en nuestra repisa podemos ver a nuestros pies las luces de Chamonix y eso incluye el tráfico entre los pueblos del valle... Hasta que nos quedamos dormidos.

Después de un confortable vivaque, progresamos a buen ritmo y el primer teleférico del día, que pasa solo a unos pocos metros, nos sorprende en el paso clave de la vía.



Se trata de una chimenea que desaparece en unas placas de dificultad moderada. Después, una sucesión de pequeñas agujas nos lleva al inicio de la característica  cresta de nieve. 
Es un pasaje elegante y luminoso que contrasta con la oscuridad de la cara norte. 
Empezamos por una arista secundaria por la que accedemos a la principal, que va ascendiendo hasta fundirse con el resalte final del espolón.



Nosotros pensábamos que la arista era el final de la vía y por lo tanto de las dificultades. Pero no, al fundirse la cresta con la pared la nieve desaparece, dejando al descubierto unas placas de roca chapadas de hielo. 
También podemos bordear el espolón, pero la pendiente de hielo es considerable. Bueno por lo menos aquí podemos poner buenos seguros.

Algunos largos después, vemos una posibilidad por la roca.
Se trata de un diedro muy vertical interrumpido por un techo del que cuelgan unos chupones de hielo.
Aunque a primera vista es muy impresionante, estoy familiarizado con pasajes de este tipo en los Galayos.
Prefiero un diedro desplomado con buenas presas, que una placa compacta y poco inclinada con pequeños agarres  y tapizada de verglas.




Hay que tener en cuenta que estamos casi a cuatro mil metros de altitud y, aunque, con el esfuerzo la sensación térmica no sea de frío, la temperatura es baja.
De  todas formas un par de largos en este terreno nos hacen entrar en calor. Y de repente, pasamos sin transición del terreno vertical y abrupto de la cara norte, a la soleada explanada por la que se accede al teleférico, con el Gran Capuchino destacando del caos de agujas que forman los pilares del Mont Blanc du Tacul.

Y las omnipresentes Jorasses. 
Por supuesto, todas las agujas de Chamonix y al otro lado de la Mer du Glace... el Dru, recortado sobre la Aiguille Verte. 
A lo lejos, en el horizonte, podemos distinguir el Cervino, el Monte Rosa y el Gran Paradiso.

Ha compensado el esfuerzo y esta vez sí estamos satisfechos.

Hacemos muchas fotos del paisaje, incluso un alpinista francés curiosamente apellidado Rivas, nos hace una foto juntos a Ángel y a mí. 

Mientras, sin darnos cuenta, el cielo se ha ido nublando y tal como dijo la meteo, comienza a nevar. 



... Capítulo anterior... Historias de Juan Lupión II

Continuará....

lunes, 16 de mayo de 2016

Historias de Juan Lupión II

Lo prometido es deuda y aquí va el segundo capítulo con más historias de Juan Lupión... historias de cuando todo era diferente y las aventuras estaban garantizadas en cualquier montaña.

Bueno, todo era tan diferente que ¡hasta la gente pensaba diferente!.

(Texto y fotos Juan Lupión)



                                                                     
El mosquetón que me regaló Pedro.
Pilar Gervasutti del Mont Blanc de Tacul.

Terminado el curso y aprovechando que estoy en Chamonix intentaré organizarme para escalar alguna cosa más.

Cambio los confortables alojamientos de la ENSA por el camping libre en la zona de bosque que había entre el cementerio y la estación del trenecillo de Montenvers.
Como decía el Tenorio “ … yo , que a los palacios subí y a las cabañas bajé …”. 
Instalados aquí me encuentro con un montón de jóvenes diablillos que poco tiempo después llenaran las revistas especializadas de España y del mundo.

También me encuentro, instalado con familia y amigos, a mi querido amigo Pedro Gómez, vecino de mi barrio y compañero de club desde siempre, por el que siento un gran aprecio.
Monto mi tienda junto a la suya y paso a hacer la visita de cortesía.
Al poco rato estamos haciendo planes bajo la mirada incómoda de Merce, su mujer, que ve como en pocos instantes le robo su compañía en plenas vacaciones.
Pero bueno, por esta vez condesciende y me lo prestará por un día o dos.

Atraídos por el llamativo perfil que tantas veces hemos visto al salir del túnel de hielo de la Aguille du Midi, hemos decidido ir al Pilar Gervassutti, un recorrido largo e interesante, según dice la Guía Vallot, que lo cataloga como muy difícil, cotando numerosos pasajes con alta graduación.

Estamos en un tiempo de cambios, sobre todo en lo que a graduación se refiere, así pues pensamos que no será para tanto. Pero nada de carreras maratonianas ni vivacs espartanos con hambre y con frío.
Para escalar esta vía nos plantemos dos cuestiones importantes porque aquí, en el suelo, las condiciones las ponemos nosotros.
Luego, ya veremos lo que imponen las circunstancias.

En primer lugar pensamos ir sin prisa, a nuestro aire disfrutando de la escalada y del entorno. Esto no implica prescindir de la comodidad, o sea que tendremos que llevar buenas mochilas, dentro de un orden. Conviene no olvidar que esto es el macizo del Mont Blanc y que la guía Vallot nos ha avisado que esta es una vía respetable.
Lo de qué llevar en las mochilas lo dejamos a criterio de cada uno y quedamos esta tarde en la estación  de la Aguille du Midi para coger el último teleférico.

... pilares del Mont Blanc du Tacul...

Cuando salimos a la arista  por el túnel de hielo,  una tarde espléndida nos regala  una vez más el fastuoso espectáculo del macizo con todas sus cumbres y glaciares.
Siguiendo el ritual, nos equipamos y dirigimos al Valle Blanco, en busca de la base del pilar.
La idea es localizar la vía y empezar esta tarde, para vivaquear en alguna buena repisa. Así resolvemos hoy todos los prolegómenos, es decir la aproximación, localización y arranque de la vía. Mañana solo tirar para arriba.
Cuando llegamos a la base del pilar quedamos absortos en la contemplación.
Lo primero que impresiona son las dimensiones: desde los 2.900 m. hasta los 4.200 m. sin ninguna concesión en medio, de rampa o pendiente fácil hasta la salida. Son 1.300 metros de escalada pura acabando por encima de los cuatro mil metros de altitud.
Para un ojo habituado a buscar posibles itinerarios se ven diferentes posibilidades. Pero Pedro no está dispuesto a empezar haciendo concesiones. Sacando la guía de la mochila recita con la solemnidad de un notario : “ … tomar un corredor a la izquierda del espolón y seguirlo para salir por la roca en la parte superior “.
Bueno, pues vamos al corredor.

El corredor es corto y enseguida vemos el punto en que pasar a la roca. Le toca a Pedro. Por hablar. Concienzudamente elige el material que piensa utilizar y sin mediar palabra comienza a progresar paso a paso, hasta que lo pierdo de vista. 
Estoy totalmente solo. Disfrutando de una tranquilidad absoluta, en un entorno impresionante. Pero después de un rato inactivo, empiezo a preocuparme.
Está anocheciendo y la cuerda ha dejado de correr hace rato. Algo está pasando. Llamo a Pedro, sereno al principio, después con gritos desesperados.
No pudiendo resistir la incertidumbre, acorto en lo posible la cuerda que nos une y subo , acortándola más, periódicamente, según avanzo, por si alguno de los dos cae.
Al salir de un diedro la cuerda parte en travesía hacia la izquierda y al final de ella veo a Pedro colgado de un pitón, con la mochila abierta y como dormido. Antes de llegar a él intuyo posibilidades de alcanzar una repisa. Subo, la repisa es buena y amplia. Suerte, porque ya es de noche. Me quito la mochila, me pongo la linterna frontal, fijo la cuerda y bajo a buscar a Pedro.
Afortunadamente solo está dormido. Su falta de entrenamiento, la emoción y el esfuerzo le han provocado un mareo, según me cuenta ya en la repisa.

Después de escalar un largo con una mochila muy pesada, nervioso porque se hacía de noche y no encontraba el camino, se detuvo para sacar la guía de la mochila y consultarla. Afortunadamente puso un seguro. Es lo último que recordaba antes de perder el conocimiento por el sobre esfuerzo.
Bravo Pedro. Ha luchado hasta la extenuación.
Acomodados en una buena repisa, la recompensa es ver salir la luna sobre el Valle Blanco  mientras tomamos una sopa caliente metidos en los sacos.
Nada mas acabar de cenar Pedro se queda dormido. Yo sigo despierto admirando la luminosidad que es capaz de sacar de estos glaciares un cuarto creciente y me felicito por estar precisamente donde y como quería estar. No sé cuanto rato después, en algún momento, me quedo dormido también.
Madrugar no supone ningún problema. El pilar está orientado hacia el este, así es que tan pronto amanezca el sol nos dará de lleno.


Desayunamos como en la terraza de un exclusivo hotel de lujo. Después nos preparamos para continuar.
Hoy empiezo yo. Iré de primero hasta que me canse. Después seguirá Pedro. Y así sucesivamente.
El ciclo natural es lo mejor.
Después de un terreno indefinido, siguiendo siempre el filo del espolón, alcanzamos lo que la guía denomina la torre amarilla.
Es decir una parte en la que el espolón, definido y compacto, se vuelve más vertical y toma ese color.

Es media mañana, he descansado bien y  aquí estoy, bajo un sol radiante con un manojo de figureros y una mochila ligera en la que llevo todo lo que necesito. La cuerda cuelga larga bajo mis pies. A mi espalda el decorado es grandioso y, frente a mí,  la roca ofrece uno de los tramos mas delicados de toda la vía.
Si tuviera que decidir cual es el momento de  mayor plenitud en mi vida, tendría que elegir entre un pequeño ramillete del cual, esta sería sin duda una de las mejores flores.

La guía advierte de dificultades sobre el VIº. Nosotros confiados,  pensando que es una publicación antigua, no consultamos la fecha de edición. Pero la guía ha sido recientemente corregida y reeditada. Ahora donde dice sexto grado, es así.
Da igual, la graduación es una información subjetiva que depende del punto de vista de quien la interpreta. Pero  la torre amarilla ha quedado a nuestros pies y eso ya no nos preocupa.
Ahora pasamos a la cara sombría del pilar. Lo primero que se nota es un descenso drástico de la temperatura. Toda esta cara va surcada por un diedro ligeramente desplomado en el que el menor atisbo de humedad se traduce en pequeños carámbanos que cuelgan por doquier.
El frío me hace tiritar en las esperas de las reuniones. No así a Pedro, que se ha empeñado en no quitarse la mochila. Le escucho jadear mientras lucha con los pasajes mas  atléticos.
Unas lajas separadas en la pared desplomada del diedro han acumulado suficiente nieve para que algunos desesperados hayan tallado una repisa en la que vivaquear precisamente aquí. Debió ser hace algún tiempo, pero se ha quedado helado y duro y me parece  un buen sito para hacer la reunión. Esto es un auténtico nido de águilas.
Cómodos si que parece que han estado. Pero yo no habría podido pegar ojo.
Al fin Pedro se rinde ante un paso imposible, cuelga la mochila de un seguro y sigue. La moral es buena porque todavía le quedan ganas de bromear : “ aunque todavía no es tu  santo, aquí te dejo un regalo“. Cuando llego yo tengo que superar el paso con mi mochila puesta e ir liberando la otra de los seguros para que Pedro la pueda subir hasta la reunión con la cuerda auxiliar. 
Por fin llegamos al collado donde se junta nuestro pilar con el Tridente. Aquí  se forma un pequeño circo que es la salida de la vía del Supercouloir, desde donde tenemos una vista impresionante del Capuchino, gigantesco monolito, donde una cordada se esfuerza por alcanzar la cumbre antes de que les sorprenda la noche.

Se está levantando un vientecillo que no presagia nada bueno. El cielo esta empezando cubrirse y a estas horas es evidente que hoy no acabamos. Será cosa de ir buscando un emplazamiento de vivaque.
Una confortable repisa bajo unas lajas es el sitio perfecto. Aquí estaremos cómodos y a cubierto.

Desde hace rato vengo observando que, de vez en cuando, caen algunos copos, pero nada mas instalarnos en nuestro improvisado refugio comienza a nevar copiosamente.
Metidos en los sacos nosotros estamos bien y a cubierto. Pero frente a nosotros, en el Capuchino, del que tenemos una vista privilegiada a través del collado del Tridente, comienza a desencadenarse un drama.

Está oscureciendo, más por la tormenta que por la hora. La cordada que hemos visto, debe haber sufrido algún incidente y ha quedado atrapada en la pared a causa de la tormenta.
Oímos gritos nerviosos. Intuimos, mas que vemos, maniobras realizadas con premura. Es evidente que tienen problemas.

A pesar de la corta distancia que nos separa no podemos acudir en su ayuda. Las horas van pasando y los gritos que antes eran nerviosos, previendo  la catástrofe, ahora son desesperados ante la evidencia. 
Según va pasando la noche, los gritos han dado paso  a quejidos y lamentos. Después el silencio, roto a veces por el bufido previo y el estruendoso estampido de algún rayo en las proximidades, que enseguida amortigua el  manso caer de la nevada. 
La espesa nevada alterna con violentas granizadas y aunque no las vemos, el ruido de las avalanchas es constante. En un ambiente sobrecogedor y a pesar de la angustia que nos produce la suerte de nuestros vecinos, el cansancio nos rinde y quedamos dormidos.
Al despertar un espeso manto de nieve lo cubre todo. El cielo está cubierto y sigue nevando. Jirones de nubes  se cuelan entre las agujas y , como queriendo preservar la intimidad del drama, nos ocultan la visión del Capuchino.

Pero la vida debe continuar. Y nosotros también. Todavía no está del todo recogido el vivaque cuando yo empiezo el siguiente largo. Intuyo que limpio no debe ser muy difícil. 
Pero ahora, cubierto por una gruesa capa de nieve recién caída, es otra cosa. 
Comienza nuestro tercer día en la montaña. El recuerdo de la noche anterior lo tiñe todo y el mal tiempo persiste.
A pesar de todo me encuentro bien. Ligero, ágil y animado.

Alcanzo un corredor a la izquierda del filo del espolón. Está demasiado empinado como para retener la nieve que, recién caída y tan suelta,  se precipita abundantemente en cascada sobre mis hombros. 
Aunque el fondo es de hielo, yo he salido sin ponerme los crampones. Afortunadamente, las numerosas lajas de roca que sobresalen del hielo, me permiten progresar con rapidez. Un mal sitio para caerse, pienso para mi. 
La nevada arrecia por momentos. Tanto que Pedro me comenta que, en vez de escalar, parezco un salmón remontando la corriente de un río. En momentos así uno agradece haber tenido los Galayos por escuela.
Concentrado como voy en mi tarea, a limite  de cuerda, llegando a una repisa descubro a otro escalador que, con  la reunión montada, asegura a su compañero.
Pero ¿de donde han salido estos?, me pregunto. Es igual, le hago un gesto de saludo y cuando intento acceder a la repisa el responde levantando su bota, que lleva los crampones puestos, con  gesto agresivo, amenazando con pisarme.


Asombrado se lo cuento a gritos a Pedro, que no puede dar crédito a lo que está oyendo. Es evidente que la situación es un poco apurada, pero este chico parece sobrepasado por las circunstancias. 
Desde fuera de la repisa intento comunicarme con él, pero no atiende a razones. Por sus hechuras y el acento parece ser inglés. No dudo que haya ingleses capaces de mantener un comportamiento correcto, pero la mala suerte ha hecho que yo todavía no los conozca.
Es igual, ignorando a este hijo de la Gran Bretaña, desde fuera de la repisa coloco un anillo en un bloque y le digo a Pedro que suba.
Cuando Pedro llega a la reunión el guiri ya se ha ido. Ignorando la repisa, continuo escalando. Aunque la visibilidad es escasa, noto que el pilar se va estrechando. Tanto que casi lo puedo abarcar extendiendo los brazos. Veo un pitón del que cuelga un anillo con un mosquetón y unos metros a la derecha unas pendientes suaves de nieve. Son las pendientes cimeras y el anillo es para descolgarse haciendo un péndulo para llegar hasta ellas.

¡Hemos  alcanzado la cima!
Pero no tan deprisa, todavía hay que bajar. Hace un vendaval tremendo. Ya no nieva, pero la temperatura en altitud, ya baja de por sí, empeora por el factor viento, creando una sensación térmica de frío espantoso.
A pesar de lo cual Pedro se toma su tiempo deshaciendo el nudo de la cuerda y pasándola  por el anillo, para poder hacer el péndulo sin usar el  mosquetón de los guiris y así poder recuperarlo.

Mont Blanc de Tacul 4200 metros. 
Apretón de manos y un fuerte abrazo con sonoros palmoteos en las espaldas. Las circunstancias no permiten quedarnos para mucha mas celebración. La visibilidad tampoco permite elegir el camino, así es que será cosa de bajar por donde sea cuanto más rápido mejor.

Ya hace rato que estamos bajando prácticamente a ciegas. No tenemos reloj  y la falta de luz solar no permite calcular la hora. 
La paliza que llevamos encima parece indicar que hoy tampoco llegaremos al valle. No sabemos donde estamos pero ante la enorme acumulación de seracs en la que estamos metidos deducimos que esto debe ser el glaciar. 
Empieza a oscurecer, aunque a nosotros ya nos da igual. Nos metemos en una enorme grieta, en la que una gran bóveda, en forma de cueva, nos protege del viento y de la nieve. Una vez más, metidos en nuestros sacos y cómodamente instalados nos ponemos a fundir nieve. Comemos todo lo que nos queda y después tomamos  té con leche hasta hartarnos.
Después ya recuperados charlamos animadamente de nuestras cosas, como si estuviéramos sentados en el comedor de casa.
De repente caemos en la cuenta de que mañana será el cuarto día en la montaña y la familia no sabe nada de nosotros. Además, con este mal tiempo, seguro que estarán preocupados.
Pero tampoco podemos hacer nada. Bueno será cosa de dormir un poco, que mañana tenemos que madrugar  para bajar lo antes posible.

Después de la tempestad siempre regresa la calma y el cuarto día amanece tranquilo. El azul profundo del cielo contrastando con el blanco radiante de la nieve se combinan en un espectáculo de belleza sobrecogedora. Después de tanto vendaval y tanta precipitación la atmósfera está muy limpia y con una luminosidad extraordinaria.
Enseguida podemos ver donde estamos. Será necesario  subir todo lo que bajamos ayer hasta regresar a la cumbre del Tacul, bajar al collado y subir a la aguille du Midi. Todo esto, con medio metro de nieve polvo llevará su tiempo. Habrá que darse prisa si queremos coger el ultimo teleférico.
Una vez en el valle, ya pasado el susto y después de la explicaciones pertinentes, tendremos tiempo para las celebraciones. Pero ahora hay que continuar. Así es que, una vez más, en marcha.

Efectivamente la celebración fue como para no perdérsela. Pero lo mejor ocurrió cuando alcanzábamos la Aiguille du Midi ya casi al límite de nuestras fuerzas. 
A punto de culminar la arista, con el tiempo justo para coger la ultima cabina.
Mientras hacemos un pequeño descanso, poco antes de entrar en el túnel de acceso a la estación, echamos un último vistazo al macizo  y … ¡Oh sorpresa! Creía que estaríamos solos en todo el macizo. Con este tiempo quien iba a querer subir. Lo cierto es que bajando desde la cumbre del Tacul se distinguen dos puntitos que descienden lentamente.
En tono jocoso pregunto a mi compañero: oye Pedro ¿quién crees tú que pueden ser  esos dos que bajan del Tacul?
Indiferente encoje los hombros y en un pretendido tono inocente comenta: no lo sé, pero no creo que lleguen a coger el ultimo teleférico. Por más que corran les va a tocar vivaquear otra vez. 
Tambaleándonos por las  carcajadas entramos en la estación, con el tiempo justo para coger la última cabina del día. 


... hogar, dulce hogar... camping en Chamonix...

Es difícil olvidar el recuerdo de una aventura así, en buena compañía. Pero por si acaso, todavía guardo colgado en una panoplia repleta de curiosidades, tesoros y trofeos, todas esas cosas que son recuerdos... Entre ellos un mosquetón de no sé qué marca inglesa que me regaló mi amigo Pedro.

(Texto y fotos Juan Lupión)


... capítulo anterior...Historias de Juan Lupión I

siguiente capítulo... Historias de Juan Lupión III....

miércoles, 11 de mayo de 2016

No podremos ser como ellos (Jorge Valle)

Jorge tendría poco más de veinte años sobre la Tierra cuando nos conocimos.
Sería sobre el 2009 o así... no lo recuerdo. Pero recuerdo esa noche que llegué al refugio Elola, en nuestro querido Gredos.

Ya sería tarde/noche, con ventisca y pocos huéspedes en el refugio.
Una buena cena nos llevó a un buen ron, un "Cacique" añejo... con algo de hielo (poco) y conversación.

.- A los alpinistas de corazón se les nota en la mirada.
.- ¿En qué se nota?
.- No sé, hay un brillo especial en los ojos.
.- ¿Lo ves en los míos?
.- Tú estás sobrao.

Y así fue como Jorge, la nueva generación... y un servidor, muchas atrás, escalamos algunas cosas juntos por el querido Circo de Gredos... Risco MorenoAlmanzorCerro de los Huertos... Y otras cuantas más.
A Jorge ya se le veía venir... y ahora es un espléndido alpinista (guía UIAGM).

También le gusta contar vivencias y por el blog he recogido un par de ellas: Memorias de un arriero en Gredos y El alpinista que herraba caballos.

Recorrerá la Tierra a la búsqueda de sí mismo y yo "vigilaré" sus pasos para que le llegue mi energía... y lo ayude a convertirse en lo que él desea.

Me envía un correo y tal como lo recibo, lo muestro.
Un abrazo, Jorge.

... Risco Moreno (Circo de Gredos)...

Hola, amigo:

Cuánto tiempo sin hablar y sin vernos.

El camino de mi vida me lleva de un lado a otro por inercia. Ahora llevo unos días por Austria, conociendo el país de Baschi.

El año pasado pude completar una gran clásica de Alpes y habiendo pasado ya tiempo, ahora he podido revivir con más intensidad y detalles, los recuerdos.

Como sé que eres un apasionado y un loco del alpinismo, te dejo estas lineas escritas. Seguro que entiendes el fondo de las palabras e igual, si te agrada, lo compartes en tu foro y así te doy "más trabajo".
Ando muy motivado con la etapa del Equipo Nacional de Alpinismo, donde estoy aprendiendo mucho y compartiendo la montaña con buenas personas.
Así pues, como siempre, viviendo con intensidad la vida.

Espero que andéis muy bien por esa tierra y casa tan maravillosa... y que sigáis igual de felices.
Espero ir a Gredos pronto y haceros una visita.
Un fuerte abrazo a los dos.
Mil gracias.

Jorge Valle


No podremos ser como ellos (igual puedo hacer justicia a los primeros)

Quisimos ser alpinistas por un día.

Por aquel entonces eramos unos inconscientes, para qué engañarnos.
Sin tener conocimiento ni experiencia creíamos que las nortes de Alpes estaban a nuestro alcance. Desde esos primeros sueños hasta que pudimos hacer la primera había pasado mucho tiempo, mucho aprendizaje y mucha pasión por lo que hacemos.

Por inercia se van cumpliendo los sueños. Ahora estoy convencido de que ahí arriba hay alguien que se apiadó de nosotros, y consiguió que nos subiéramos a esas montañas, con dignidad y haciéndolo bien o, al menos, eso nos creíamos... hasta que un día, de visita a un viejo amigo, en su pequeño paraíso castellano, nos tumbó el logro y el ego con estas palabras: "Si no están hechas en invierno, no vale, Jorgito".

Ahora quiero pasar a contaros la experiencia de la norte que viví con más intensidad, la del Ogro, la que siempre está en sombra, y así, hacer justicia a las diferentes generaciones que han pasado por ella.
Tengo necesidad de ello y, si mi amigo lo permite, con un poco de suerte lo publicará en su blog, que para mí será todo un orgullo.

Y así también me dejará brindarles un homenaje.

Esos tipos altos y rubios, germanos y austriacos, creo, que se unieron para subir por la cara norte del Eiger, son unos titanes de verdad.
Por lo visto, Harrer, ni siquiera llevaba crampones.
Hay que mencionar que tenían sobre sus hombros la carga psicológica de saber que era la norte más mortífera y dramática, o quizá eso les motivaba más todavía para obstinarse con ella.



A mí me tocó romper la barrera psicológica de la tragedia de Rabadá y Navarro.
De verdad, te pones debajo del Ogro y te acojonas... Te entran todas las dudas del mundo.

Al principio, tu mente empieza a hacer estrategias para intentar que te vuelvas a casa, al calor de tu novia.
Al rato, mirando con los prismáticos y estudiando el recorrido, empiezas a intentar engañarte con argumentos falsos... Como que no es tan grande (lo que pasa es que, desde abajo, no se percibe la dimensión real de la pared porque las partes tumbadas, los neveros, no se aprecian)... Es una clásica con más años que el copón... O venimos este año fuertes, del Pirineo y Gredos.

El caso es que, del acojone, de no creer la realidad y alguna "reciada" anterior en otros percales... en el último momento, no apostamos por salir en el día y decidimos llevar saco de dormir, ligero, para probar la sensación que tuvieron los anteriores durmiendo en el "vivac de la muerte". Por primera vez fuimos conservadores y sensatos.

Por eso, esta escalada junto a Nacho Burgués, fue especial, porque la hicimos con madurez, autonomía y sobre todo con decisión. Mente al 100% por la faena.
Entramos, juntos, a por las dos orejas.


Hicimos una ascensión moderna, de las que marcan nuestra generación (la del 88): mirad el facebook de Ueli Steck y ved que la pared está para batir tu propio récord, consultar meteoblue y ver que entra la "ventana", estresar a todos los colegas a "WhatsApp" hasta que alguien te da una esperanza; comprar vuelo en "Rumbo.es", reservar coche de alquiles en "Pepecar", reservar por "Booking" alojamiento en Interlaken... Y preparar el petate con todo el material ligero y moderno.

Hay que pensar que los primeros iban, desde Austria, en bicicleta. Así ya entrenaban gemelos para la "Araña" y los neveros... curtidas inhumanas de tallar escalos y tirar de paciencia.
Además, acampaban en los prados de Kleine Scheidegg; nosotros dormimos en el albergue de la estación, que marca un contraste brutal entre lo cálido del lugar y lo frío y solitario de la pared.
Ellos no tenían partes meteorológicos y el equipo era rudimentario, fabricado a base de hierro forjado por ellos mismos.


El día de llegada hicimos, por la tarde, una aproximación hasta el inicio de vía para estudiar el acceso y la entrada, así como testar las condiciones de la nieve, que era lo que más nos preocupaba.
Paramos de seguir subiendo justo donde arranca el primer resalte de roca gris.
En ese momento pudimos presenciar como una cordada de suizos nos adelantaban, muy rápidos, con un piolet y crampones ligeros.
Cruzamos varias palabras; eran locales de Grindelwald. Todos teníamos la misma felicidad al comprobar que las condiciones eran, efectivamente, excelentes.

Decidimos volver al refugio para descansar y rematar los preparativos. Sin embargo, nuestros amigos, ante nuestro estupor, continuaron hasta la entrada del túnel, excavaba en la pared (lo hicieron en menos de cuarenta minutos)... Y regresaron a su vivac caminando.
Nos dieron una idea de como se hacen las nortes, rápidas cuando hay buenas condiciones: desencordados en lo fácil.

Otra pista que nos dieron fue que había huella buena y seguía el camino correcto. Esto facilita la ascensión de noche, en el laberinto del primer tercio de pared.
Otro punto a favor para disipar el miedo y la incertidumbre del itinerario.

Pensemos en el material que los pioneros usaban.
Esas chaquetas rígidas y acartonadas por el agua y el hielo. Esas botas de cuero, rígidas y pesadas, con poca precisión... Sin "membranas" ni aislantes térmicos. Esos piolets largos y rectos, de madera, para tallar peldaños. Esas clavijas de hierro. Esas mochilas de lona, que se incrustaban en hombros y caderas.

Nosotros decidimos apostar por la ligereza.
Nuestro material estaba compuesto por una sola cuerda de 50 metros (nueva) de 9,2 mm. 
La mochila (25 l.) con 6 tornillos de hielo (medianos), un juego de "TotemCam" más el "Camalot" del 2, "Alien" verde, azul y negro. Y un discreto juego de 6 empotradores.
Llevamos 10 cintas extensibles, de las que cuatro van con un solo mosquetón y el resto con mosquetones ligeros.
Utilizamos un mosquetón de gatillo alambre "Nano" para cada dos friends.
Además añadimos al equipo, un saco ligero de pluma, medio trozo de aislante, un cartucho pequeño de gas, un "Jetboil" con un liofilizado, polvos hidratantes y barritas energéticas.
Las mochilas, en su totalidad, apenas pesaban cinco kilos.

Al día siguiente pudimos comprobar que la pradera al inicio de pared, era un hervidero de alpinistas nerviosos por entrar los primeros a la línea; es lo que provocan las redes sociales y las condiciones excepcionales reinantes.
Resignados, decidimos dormir un poco más en el saco.
Esta fue la primera de las estrategias acertadas porque nos encontramos un piolet técnico "Grivel" en la aproximación que, más tarde, supimos que era de uno de los escaladores, de una cordada francesa, que estaban grabando una película para la "TV Mountain".

La noche, para mí, fue muy larga y nerviosa, constantemente mirando el despertador para ver cuando empezaríamos a escalar. Nunca logro descansar y dormir con tranquilidad previo a una gran "alpinada",
Hay dos clases de alpinistas: los que sí lo hacen y los que no.
Constantemente entran dudas debido al mito y respeto hacia esta gran pared.

Por fin arrancamos y decidimos llegar, desencordados, hasta la "fisura difícil", escalando uno al lado del otro para darnos confianza.
Hubo un par de pasos de incertidumbre pero todo dentro de lo asumible.
Aquí llegó el primer tapón de cordadas que tuvimos la oportunidad de resolver adelantando, desencordados, por el "segundo nevero" y fuera de la línea de caída de escaladores. Esto es así porque íbamos en travesía hacia la izquierda, la huella era dura y profunda, con buena amplitud y perfecta.

El siguiente punto de inflexión llegó en el "vivac de la muerte". Llegamos muy pronto, más de lo que habíamos planeado, y es el momento en el que hay que escalar y perder tiempo en algunas tiradas por la llamada "rampa".
Teníamos dos cordadas delante y se veía, por el ritmo que llevaban, que no iba a ser muy rápida la progresión.
Nacho estaba muy motivado y encendido por lo bien que nos encontrábamos, física y psicológicamente... Y quería continuar.

En mi mente se cruzaba la visión fugaz de un vivac incómodo, en cualquier lugar allí arriba.
Toda la historia de esta montaña indicaba que la mejor repisa para dormir con elegancia es el "vivac de la muerte". La idea de pillar noche no me motivaba y el no haber salido los primeros ese día, para salir en el día, sin tapones que hagan perder el tiempo, nos condenaba a dormir en mitad de la pared.

Todo el mundo, supongo que por el ansia que te provocan lugares tan lúgubres, decidió llegar a lo más alto posible.
Nosotros decidimos preparar el vivac a las 13:00 horas... Beber, cenar y dormir.
Nuestra estrategia era despertarnos frescos y descansados para salir, escalando, de noche.
El resultado fue poder adelantar a todos en la famosa "araña". Salimos enchufados al ensamble desde el final de la "travesía de los Dioses", hasta ponernos debajo del diedro de la derecha.
Muchos metros resueltos con rapidez y dejando atrás a varias cordadas.



Pudimos observar que el vivac que picaron todos fue de "moda". Pequeñas repisas donde apenas podían tener el culo apoyado. Todo cagado y meado.
Nosotros pudimos disfrutar de la historia del alpinismo, con las piernas estiradas.
En la "araña" vinieron nuevos sentimientos. Por un momento pudimos imaginar la lucha por la vida que aquí tuvieron una de las mejores cordadas de nuestro alpinismo nacional. 
Quisimos, por un rato, imaginarlos a nuestro lado.

Si hay algo que caracteriza a esta pared, son las travesías y la búsqueda lógica del itinerario para sortear desplomes y paños de roca descompuesta... siempre siguiendo la menor dificultad posible.
Hay que decir que esta es una norte que debería escalarse en condiciones invernales, asegurando así una rápida progresión y evitando la caída de proyectiles de la zona superior.

Admiro a los primeros por encontrar el itinerario, y hacerlo sin tener cuerdas fijas en estas travesías.
Incluso encontramos chapas en algunas reuniones... Y, por supuesto, buenos "pitonazos" en todos los pasajes difíciles.
Todo esto ha facilitado mucho la ascensión porque, ya que estaban ahí, lo utilizamos. Lo absurdo era no hacerlo.

Ya quedaba poco para llegar al "vivac Corti", otro lugar dramático de la montaña.
Aquí ya empiezas a creer que puedes ser como ellos.
Es una zona donde ya es mejor salir por arriba que por abajo... aunque, en general, esta norte siempre se ha caracterizado por tener una retirada de las épicas. Difícil. Si te toca bajar, tendrás que deshacer el itinerario destrepando y marcar rápeles por sitios desplomados. Abandonar mucho material por la pared y siempre la incertidumbre de encontrar buenos emplazamientos para reuniones.

Unos largos finales, en ensamble, te llevan a cabalgar por la arista que se topa con la "Mittellegi".
Es el momento de acariciar el sol y abandonar la sombra perpetua.
Es el momento de ver las cimas lejanas del Oberland.
Es el momento de observar la vertiente Sur, donde se encuentra el glaciar Concordia.
Es el momento de la emoción, de cerrar ciclos para dar pie a otros.

Una visita fugaz a su cumbre, un intercambio de sonrisas y complicidades entre compañeros de cordada que se han esforzado.
Un momento breve de tranquilidad y relax.
Toda una bajada por delante, con luz suficiente, a buscar el vivac en la pradera. Regresar al lugar donde los mortales siguen con sus vidas cotidianas. Un descenso, estudiado mil veces en las reseñas de Internet, y consultado con amigos que lo han realizado con anterioridad.

Aquellos hombres de vidas y manos curtidas, una generación que vivió la I Guerra Mundial y la miseria que derivó de ella y que, también, fueron testigos de la II Guerra.
Gente muy dura. Por mucho que nos esforcemos, no podremos ser como ellos.
Tendremos que buscar nuestro propio camino.



Al bajar y meterme en el saco, extenuado, solo con ganas de dormir, bajo la claridad de la noche, pensé que las nortes de Alpes también tienen vías de la generación de Bonatti, Piola, Harlin, Loretan.
Pensé que también hay invierno en ellas.
Pensé en las vías de Kurtyka, McIntyre.
Pensé en "el coro"... Zabalza.
Pensé que tenemos toda una vida para visitar y gozar de ellas.
Por eso nacen nuevos ciclos.

Jorge Valle


*Actualización fotos de la escalada de Jorge Valle y Nacho Burgués.


... a los pies del "Ogro"...

... entrada con frontales...


... "vivac de la muerte"...

... la "rampa"...

... "travesía de los Dioses"...




miércoles, 4 de mayo de 2016

Historias de Juan Lupión I

Juan Lupión pertenece a la historia "galayera", aquella de la década de los años 70/80... cuando todo era diferente.

...Juan Lupión, a la antigua usanza...

Muchos conoceréis a Juan por las atrevidas rutas que abrió en el "Yosemite" de Galayos: Peña del Águila (hasta el nombre suena potente); esto entre docenas de aperturas en roca por todos los riscos "galayeros".

Su fantástico trabajo de autoedición "Los Galayos: Guía de escaladas" supuso una enorme información para todos aquellos que merodeábamos por esos espacios de agujas, canales y balcones suspendidos.

... Prólogo de la guía de escaladas en Galayos (Gracias, Juan, por esos dibujos en el ejemplar regalado)...

También tiene su historial de "hielos", no solo en su querido Galayos... también por el Pirineo, Alpes, etc.
Me manda algunos escritos y, con su permiso, los iré colocando por aquí.
Juan tiene aventuras de largo... esas que siempre suponen esfuerzo (más en aquellos años), alegrías y tristezas... bueno, como todos los que pertenecemos a quintas similares.

Este capítulo que transcribo pertenece a sus recuerdos durante la apertura de la vía "Tutti Frutti" a la Punta Don Servando... una escalada imprescindible para coleccionistas.

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"Pocos días después de que regresáramos  a Madrid, el día de año nuevo, Eduardo Benedé sufría un accidente mortal mientras escalaba en Riglos.
Un grupo de amigos coordinados por Darío Rodríguez  editaron una curiosa revista  en su homenaje.  
La curiosidad de la revista residía en el hecho de que sus gráficos eran dibujos sacados de fotografías aportadas por los amigos de Eduardo. 
Esta revista fue el número cero de lo que años después sería el emporio Desnivel.

Nacido en Barcelona , Eduardo Benedé vivía en Madrid. Gran escalador, persona ingeniosa y madura pese a su juventud dejó un recuerdo grato e imborrable en los que tuvimos la suerte de tratarle.
Murió sin llegar a cumplir los veinte años.

Eduardo Benedé

El invierno de ese año fue un invierno seco y escaso en precipitaciones. La sierra no se cubrió de nieve con el mismo espesor que otros años. Sin embargo, un manto menos espeso y en constante semi deshielo dio lugar a la formación de abundantes cascadas de hielo.

Si mirásemos los libros de refugio de Galayos o del Circo de Gredos, que a falta de otras publicaciones no son mal registro, o en su defecto, en las fotocopias de los mismos y que aún hoy día es posible encontrar, veremos que hasta esa fecha no existe referencia o información de ninguna escalada en hielo.
Se recorrían crestas y se ascendían corredores. Por lo general en nieve. A veces esta nieve podía ser dura o incluso hielo.

... Juan Lupión ¡en acción!...

Pero, aunque fueran actividades a veces complejas en hielo, faltaba el componente de la verticalidad que implica el termino escalada. 
Había sido así porque hasta este momento  no disponíamos del material ni los conocimientos adecuados.

A través  de revistas extranjeras como "Mountain" o "Alpinisme et Randonée" empezaban a llegar informaciones de espectaculares recorridos de hielo en Inglaterra o Francia.
Era impensable que con los piolets de que disponíamos pudiéramos aventurarnos por pendientes como aquellas.
Evidentemente para actividades diferentes se utilizan herramientas diferentes.


Casualmente, pude conseguir uno de estos ingenios a los que en la época nos resistiríamos a llamar piolet.
Tenía el invento en cuestión la hoja muy inclinada y una pala muy ancha. Aparte de su escasa medida, que era  poco mas de dos palmos, lo que mas llamaba la atención era que en lugar de estar hecho de forja como los que se utilizaban hasta ahora: macizos, pesados y con un buen mango de madera, era un conjunto ligero y hueco hecho con remaches y chapa de acero plegada.
Su inventor, un escocés llamado MacInnes,  lo llamó Terrordactyll.

La verdad es que hacía honor a su nombre, por el gran parecido con la imagen que tenemos, hoy día de este pájaro prehistórico. 
Todavía lo conservo, guardado entre mis más preciados tesoros de la época.
Y era cierto que solo con verlo, esta herramienta evidenciaba una concepción exclusiva para el terreno vertical.


El problema es que hacia falta la pareja. Problema que quedó resuelto cuando la marca Charlet Moser sacó un modelo que sin parecerse al Terrordactyll conseguía similares resultados.
Se llamaba Gabarrou Ice Six.

No creo que en el invierno del 79 hubiera muchos "Ice Six" en España. Lo que si sé es que los míos fueron de los primeros.  
A partir de ese momento los libros de refugio comienzan a registrar reseñas de atrevidas escaladas en hielo, impensables solo un año antes. 
Después de calentar con pequeños resaltes, más o menos verticales, o alguna placa de hielo ocasional, por fin encontramos el terreno de juego adecuado.
Fue de noche a plena luna. Tanto que no hicieron falta los frontales.

Regresando de noche hacia el refugio, mi compañero  Salvador Gurumeta y yo, bajábamos por la canal del Pequeño Galayo, cuando observamos  un claro destello en la cara norte de la Punta Don Servando. 
Una gran hendidura que, rellena de hielo, ofrecía continuidad desde la base hasta la cumbre. 
Era la goulotte perfecta.

No podíamos dar crédito a lo que estábamos viendo. 
Siempre había estado allí, solo que nosotros, hasta ahora, desde nuestro desconocimiento no habíamos sido capaces de verla.


No perdemos el tiempo hablando y solo un momento después ya me encuentro a mitad del primer resalte. Incapaz de contener  mi euforia, empiezo a soltar gritos, que al principio alarman a mi compañero, para después romper a reír los dos.
Después continuamos por un terreno fácil hasta otro resalte todavía mas empinado que el anterior y tan estrecho que puedes tocar la roca a ambos lados. Nos cuesta algo más de un largo superar este resalte. Es necesario hacer una reunión en lo mas vertical, pero para nuestra tranquilidad, la roca está cerca y podemos poner buenos seguros. 
Después, salimos a unos neveros que llevan directamente a la cumbre del Don Servando.

Cuando bajamos al refugio es todavía de noche, pero nosotros estamos tan contentos que despertamos a nuestros amigos para contárselo.
Lejos de molestarse, Manolo Martínez y Vicente Biosca se equipan en ese mismo momento y salen para intentar la segunda ascensión.

Bautizamos este recorrido la canal de Tutti Frutti. 
Creo que esta fue la primera escalada en hielo de este macizo, preludio de otras muchas, sobre todo en el Circo de Gredos. 
Pero eso es otra historia que sucedería el próximo invierno..."

... Circo de Gredos...

siguiente capítulo.... Historias de Juan Lupión II